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Carlos Dávila: «Pablo Casado se la juega en Castilla y León»

Para todo el PP, estas elecciones revisten la categoría de trascendentales

Carlos Dávila: "Pablo Casado se la juega en Castilla y León"
Mañueco con Casado (PP) PD

Tanto o más que el convocante de las elecciones Alfonso Fernández Mañueco. Este, que ha sido clásicamente entre los llamados barones del Partido Popular el que peor se ha llevado con el secretario general, Teodoro García Egea, ha recompuesto últimamente las relaciones, y ha dejado el primer puesto de la confrontación, como todo el Universo sabe ya, a la presidenta de la Comunidad de Madrid. Mañueco comunicó a Casado no hace más de cuatro o cinco días su intención de disolver el Parlamento regional. En sus propias palabras, dichas más en confianza que en público: “La situación era insufrible”.

Ciudadanos, diga lo que diga ahora el vehemente Francisco Igea, le estaba poniendo doblemente los cuernos a su presidente, primero con el líder socialista de la región, Luis Tudanca, que tiene apellido de bar de carretera, y, segundo, con Pedro Pascual, una esmirriada escisión abulense de PP,  genéricamente “Por Avila”, como si las demás formaciones políticas fuera directamente “contra Avila”. El tránsfuga de Santa Teresa le había exigido a Mañueco la bonita cantidad de treinta millones de euros para apoyar sus Presupuestos. Mañueco nunca estuvo por la labor y el localista procurador se entregó a los persistentes señuelos del PSOE y de Ciudadanos.

¿De “todo” Ciudadanos? Pues probablemente sí. Este partido ya había apoyado un inicial moción de censura contra Mañueco, luego se vino atrás y sólo la aprobó una parlamentaria que ahora vive sus últimas horas en el Grupo Mixto. A Mañueco, como afirma muy gráficamente un diputado nacional, “Igea le estaba haciendo un Madrid”. O sea, la misma maniobra que el PSOE y Arrimadas intentaron va para un año en la Comunidad central y que terminó con un descalabro patético que ha dejado a la pobre Arrimadas y a su casi extinto partido, en los huesos.

Y Mañueco, visto lo que se le venía encima, ha tirado por la calle de en medio. Se ha quitado, entre otras excrecencias políticas, a la consejera de Sanidad, Victoria Casado Vicente, una profesional de la Medicina que en 2018 fue designada por la incógnita World Organization of Family Doctors como la mejor médico del mundo, la bota de oro, vamos, de la Sanidad sin fronteras. Así, a lo bestia, sin reparar en gastos. La doctora Casado, crecida, ha sido para su jefe institucional, un permanente dolor de muelas. “Yo sé, vosotros ni p… idea”;  hacía lo que quería y entre otras lindezas exigió el cierre de toda la hostelería regional que a Mañueco le desgastó sensiblemente. Quizá ella era una de las tentadas por el rocoso Tudanca para quitarle el sillón presidencial a Mañueco, previa moción de censura allá por el 14 de marzo.

Estos son los antecedentes de una decisión, que como en el gag de los anhelados Martes y Trece, Mañueco “no quería, oiga”. Cuando afirmaba eso, que no quería disolver, que pretendía llegar hasta mayo de 2013, decía la verdad. A este político aparentemente oscuro pero asaz prudente, sus rivales le han acusado, y le van a acusar más todavía, de todo lo que se le pueda ocurrir al mencionado Luis Tudanca. El clon de Sánchez en gestos, actitudes y estrategias va a ir a la carótida, pero nadie, hasta el momento, le ha imputado a su rival político embustes “modo Sánchez”.

Quizá esta sea una principal característica que el PP va a explotar en la campaña electoral que comienza en un rato: el 28 de enero. Por las ocho provincias van a aparecer incluso los que nunca han aparecido. Sánchez, desde luego, aunque todavía no ha encontrado en esta región ninguna catástrofe natural para engañar con promesas falaces. Estará Casado y todos los presidentes autonómicos del PP, básicamente Isabel Díaz Ayuso, porque “si me llaman, iré encantada”.

Para ella, como para todo el PP, estas elecciones revisten la categoría de trascendentales. Si Mañueco arrasa como Ayuso en Madrid, Casado saldrá propulsado a chorros; si tiene sólo una victoria discreta, acuciado de cerca por Vox, ya hay quien ha empezado a proclamar desde su propio partido que el liderazgo del actual presidente del partido quedaría en almoneda. No está mal tirada la bala. ¡Excuso decir qué ocurriría si la  izquierda, el propio PSOE y los “frankestein” castellano-leoneses, se hicieran con el triunfo! El proyecto de Casado como futuro inquilino de La Moncloa, se quedaría en las raspas.

Según las encuestas no es nada probable que esa desgracia pueda suceder. Veamos: el último sondeo publicado data del 21 de noviembre y arroja los siguientes resultados: PP, 38-40 escaños; PSOE, 30-31; VOx, 6-7; Podemos, 2; los leoneses, 1 y los abulenses del citado volantinero otro también. La mayoría absoluta está reglamentada en 41 escaños, pero ¡ojo! que ahora mismo la distribución por provincias puede cambiar según las modificaciones que se hayan producido en el censo de cada circunscripción. Esta es la muestra que ahora mismo maneja el PP, pero el PSOE viene intoxicando con que, de mes en mes, de noviembre al actual diciembre, Mañueco ha sufrido las consecuencias del conflicto de Madrid, y ha perdido no menos de cuatro escaños. Todo por ahora, y como se constata, son especulaciones demoscópicas.

Casado se la juega porque, además, va a ser el centro de toda la campaña de acoso y derribo que usará la oposición no sólo en la autonomía, sino en España entera. Bueno, la oposición y…Vox, que se  dedicará brutalmente a atizar los costados del dúo Mañueco-Casado. Abascal -tan desaparecido desde que volvió de pactar con Bolsonaro una especie de “Internacional de la Ultraderecha”- se lo va a poner muy difícil al dúo en cuestión, antes, en y después de la campaña. Ellos, los Espinosa, el más sensato, su señora Monasterio, y el boina verde Ortega Smith están en la consecución del sorpasso, eso aún a costa de asentar mucho tiempo más en La Moncloa al gobernante más felón y nefasto de la reciente Historia de España desde los tiempos del traidor Fernando VII. Vox no va a mover un dedo para hacer presidente a Pablo Casado. Por eso se lo juega todo en la convocatoria del 13 de febrero.

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