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Carlos Dávila: «Para pelea, la del leninismo español»

Los periodistas, ahítos siempre de emociones fuertes, no vamos a tener otro remedio que ocuparnos de la lidia a primera sangre de la ultraizquierda

Carlos Dávila: "Para pelea, la del leninismo español"

Comparada con la refriega, apenas empezada, en la facción leninista del Gobierno, la pelotera habida, más templada aparentemente, entre la dirección nacional del PP y Ayuso, parece una pendencia pueril.

El protagonismo desbocado de Yolanda Díaz, a la que ya llaman algunos en Podemos La Pretendiente, -por su anuncio, ambiguo, pero amenazante, de una plataforma política ajena al partido de su mecenas, Pablo Iglesias, y su constante aparición en todas las televisiones controladas por Moncloa-, tiene de los nervios a la ministra de Igualdad, Irene Montero, y a la ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra, porque, según dicen “no hemos llegado hasta aquí para hacer de costaleras de esta.

Esta es naturalmente Díaz, que tiene menos consideración con las presuntamente suyas, que con sus habituales interlocutores del PP en el Parlamento. Las susodichas apenas dicen esta boca es mía, pero se refocilan ¡y de qué modo! cada vez que alguien de los/as que ya han prometido fidelidad a Díaz, mete la pata hasta el corvejón. Veamos: la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, tiene su ciudad, aparte de asemejarse a un basurero o a Chicago años 30, convertida en el gran infectódromo europeo.

Oltra, la comunista de Valencia, está comprobando en sus carnes como su jefe en la Generalidad, el sublime Ximo Puig, le está dejando sola en el escándalo de las niñas prostituidas, y ahora el todavía ministro de Consumo, o cosa así, el merluzo Alberto Garzón, se ha asado definitivamente escupiendo en el extranjero sobre los chuletones que tanto agradan al aún presidente Pedro Sánchez Castejón.

Lo malo (e histórico) de los comunistas es que cuando se pelean tienden a despedazarse bajo dos modelos: uno, la eliminación física, tan querida por los grandes prebostes del partido, Lenin, Stalin, Molotov y una larga relación de correligionarios que, apurando, apurando, puede llegar a Santiago Carrillo, ¿o es que nadie se acuerda ya de Paracuellos del Jarama? Ése es un modelo, pero hay otro menos letal, apenas carnicero: la purga. Y eso es lo que ahora mismo -según se está publicando en los medios de su obediencia- se atisba en la facción leninista del Gobierno de Sánchez y su cuadrilla. Ya está demostrado que éste se suele sentar a las puertas de la Moncloa para ver pasar los cadáveres de sus enemigos. Y es es su ejercicio preferido del momento: ver cómo se descuartizan, hoy con la hoz, mañana con el martillo, sus socios de ahora, y esperar a la hora oportuna para ejecutarlos al amanecer. Como hizo con el gurucillo Iván Redondo.

Contra éste, según le llega a este cronista, está que trina. Se ha enterado de que el inquieto asesor, otrora jefe de su Gabinete intoxicador, está dándose el morro con su vicepresidenta Díaz, y dentro de nada va a citarle a la puerta de los vestuarios. O sea, que se la tiene guardada, lo que es tanto como señalar que Yolanda será troceada en cuanto a Sánchez le venga bien.

Ahora no. Ahora la necesita para engañar a sus cómplices del sindicato “Frankenstein”, no vaya a ser que le dejen en cueros a la hora de firmar en el Parlamento la pírrica contrarreforma laboral, pero terminado ese trance que acabará porque los aprovechados fieles Aitor Esteban, Rufián y demás cuadrilla, suscribirán el texto, apenas matizado un pelín, de Fátima Báñez, Sánchez se las tendrá tiesas con Yolanda, no sin antes comprobar que ella les ha atizado en las canillas (es decir, la purga) a las Montero y Belarra.

Estas dos, que calladitas dan más miedo, han empezado a responder con hechos a su supuesta correligionaria. Se han empeñado en llevar al Parlamento todas las leyes revolucionarias que conforman la ingeniería social tan grata a este tipo de sufragistas: eutanasia a las bravas, vientres de alquiler, implantación a cuchillo del feminismo más feroz… Iniciativas que, con certeza, ponen a Sánchez en el disparadero porque este hombre no está en situación de colocarse en Europa como una franquicia de Maduro o más cerca aún de Putin.

¿Qué hará Sánchez el día que este antiguo jefe del siniestro KGB le atice una patada en el tafanario a Ucrania? Seguro que la facción leninista de la que estamos hablando no encontrará la oportunidad para condenar el asalto. Esa es otra de las razones por las que Sánchez no puede llegar a las elecciones, ni siquiera a la de Andalucía, del brazo de la comunista, modelo de alta costura, Yolanda Díaz Pérez.

Los periodistas, ahítos siempre de emociones fuertes, no vamos a tener otro remedio que ocuparnos de la lidia a primera sangre de la ultraizquierda y dejar de bucear, al menos por un tiempo, en los dimes y diretes de Génova y de la Puerta del Sol de Madrid. La cosa va a dar para mucho. Esperemos a que la marca tradicional de Podemos se arree un trompazo curioso el día 13 de febrero en Castilla y León. Si éste, como avanzan los sondeos, se produce, Yolanda se vestirá de Margarita Nelken y lanzará su plataforma ultraizquierdista para quedarse con el santo y la limosna de todos los zurdos políticos de España.

Lo dicho: la gresca sólo se ha iniciado. Nos vamos a divertir.

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