Había un cirujano tan malo, tan malo, que se hizo forense para evitar que sus pacientes lo siguiesen demandando en el juzgado.
Pues bien, este carnicero poco aventajado, afirmaba sarcásticamente que tras haber efectuado más de tres mil autopsias en su oficio, nunca había encontrado el alma humana…, luego el alma no existía. Según él, claro.
A lo mejor este destripa cadáveres pensaba que le iban a dar el Nobel de Medicina, por tamaña ´boutade´.
Destrozar a martillazos un piano para ver dónde se esconden las melodías
Buscar el alma en un cadáver, es tan estúpido como buscar el fuego entre las cenizas de una hoguera apagada. Es algo tan irracional como el destrozar a martillazos un piano para ver dónde se esconden las melodías; o desmontar un radio transistor para buscar la canción de los Beatles que acababa de sonar.
Quien sí creía en la existencia del alma fue el Premio Nobel de Medicina, el doctor Santiago Ramón y Cajal, por sus estudios sobre la demostración de la teoría neuronal.
A Ramón y Cajal no le pudieron ningunear la merecida fama que como científico le otorgó el Nobel, pero sí que ocultaron su profunda fe católica, ya que el hecho de que un afamado científico sea creyente, es algo que siempre ha resultado incómodo a todos aquellos ´friki-ateos´ que sin ser científicos ni por asomo, pretenden escudarse en la ciencia a la hora de negar la existencia de Dios, como si por ello fuesen a obtener graciosamente, lo que la estupidez y Salamanca siempre les negó: Inteligencia y Cultura.
La duda de Ramón y Cajal
La única duda que como católico manifestó Ramón y Cajal con respecto a la doctrina oficial, fue relativa a la “la resurrección de la carne” que recoge el Credo de Constantino; sin embargo nunca quiso entrar en el debate. Posiblemente porque cuando él nació apenas habían pasado 26 años desde la última condena a muerte por herejía en España, y claro es comprensible su ´no sabe, no contesta´.
Personalmente, ahora que hace mucho tiempo que a la Inquisición le embargaron la caja de cerillas, la ´resurrección de la carne´ no me plantea ninguna duda; simplemente porque no me la creo. En primer lugar porque Jesucristo jamás habló de ella, y en segundo lugar porque lo que sí que afirmó el Mesías y viene recogido en el Evangelio [Juan, 6:63], es que: «El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada».
Esto es lo que dijo Jesús y es en lo que, como cristiano, creo.
Como los ángeles
A este respecto, también podemos leer las palabras de Jesús en el Evangelio de Lucas: «Los hijos de este mundo toman mujer o marido; pero los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección».
Jesucristo nos dice que tras la resurrección de los muertos (no de la carne), los resucitados serán como los ángeles. Y los ángeles son seres espirituales, libres de las ataduras e imperfecciones inherentes en el cuerpo físico. Es decir, que de carne nada.
«Os digo esto, hermanos: La carne y la sangre no pueden heredar el Reino de los cielos: ni la corrupción hereda la incorrupción». [1Cor.15:50].