Va a traer cola el esperpento parlamentario vivido el 3 de febrero de 2022 en el Congreso de los Diputados.
La famosa votación sobre la reforma laboral de Yolanda Díaz, ministra de Trabajo, no solo pasará a los anales de la historia del esperpento por el error del popular Alberto Casero, sino también por el empeño de Meritxell Batet de aplicar torticeramente el reglamento.
Y es que, más allá de la pifia soberana y telemática del diputado cacereño, lo cierto es que la presidenta de la Cámara Baja debió permitir el voto presencial de este.
Eduardo Inda resume magistralmente este 5 de febrero de 2022 lo acontecido en el hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo y casi que no se sorprende de esa astracanada política.
Considera que todo tiene un comienzo y ese no es otro que el propósito del presidente del Gobierno socialcomunista en degradar la vida política y judicial de España:
Empezaremos por la inquietante deriva autocrática que está tomando nuestro país por culpa de un Pedro Sánchez que, pese a ser el presidente menos votado de la democracia, se comporta como un Putin o un Erdogan de la vida. Nuestro Rey Sol ha fagocitado la separación de poderes hasta unos extremos que convierten en juego de niños «la muerte de Montesquieu» decretada por Alfonso Guerra en 1985 cuando asaltó el judicial cargándose el elemental principio de que el Gobierno de los jueces lo han de elegir los propios jueces.
No duda en definir la postura de Batet en su papel de presidenta del Congreso:
Lo de Batet constituye una prevaricación nivel dios que nos sitúa en el mismo plano que esa Venezuela que tanto mola a los diputados de Podemos y que tan bien unta a algunos jerarcas socialistas. La presidenta del Congreso no puede alegar desconocimiento: la ley hay que cumplirla sí o sí, sea uno analfabeto funciona lo catedrático de Derecho. La desfachatez de la filo independentista tercera autoridad del Estado queda definitivamente retratada si tenemos en cuenta que es profesora de Constitucional.
Inda refresca la memoria a la amnésica y dictatorial Batet reflejando qué dice el reglamento del Congreso:
Tras ejercer el voto mediante el procedimiento telemático, la Presidencia u órgano en quien delega, comprobará telefónicamente con el diputado autorizado, antes del inicio de la votación presencial en el Pleno, la emisión efectiva del sufragio y el sentido de éste.
Vamos, que Batet se pasó por el arco de sus caprichos no sólo esta prescripción normativa sino ese sentido común que desgraciadamente es el menos común de los sentidos, amén del perogrullesco deseo del tal Casero de votar «no».
Y sentencia asegurando que la tercera autoridad del Estado no debe cantar aún victoria:
Batet, en un acto de supremo despotismo, se ciscó en el juego de mayorías decretado en las generales. La protagonista del mayor pucherazo en 45 años de parlamentarismo democrático ha ganado la primera parte de este partido pero yo de ella no cantaría victoria: lo normal es que las tornas cambien en la segunda, que se disputará en los tribunales. Ojalá la condenen. No deseo el mal a nadie pero si la legalidad no termina imponiéndose nuestro sistema de libertades quedará herido de muerte.
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