Charles Louis de Secondat, barón de Montesquieu, sentenció que “la descomposición de todo gobierno comienza por la decadencia de los principios sobre los cuales fue fundado”.
Claro que para eso hace falta que existan principios en su fundación, y no la escandalosa carencia de ellos. En eso, Montesquieu –y mira qué era lince- pecó de ingenuo.
Podría escribir mil palabras sobre la auténtica democracia, basada en el sagrado principio de la división e independencia de poderes: el Legislativo, el Ejecutivo, y el Judicial.
Esa división que garantiza que el pagano ciudadano no tenga tan solo obligaciones y deberes, sino también derechos.
También podría escribir, y mucho, sobre lo acaecido en el Congreso, tras la votación de la reforma laboral propuesta por el Poder Ejecutivo, el gobierno de Pedro Sánchez, ante el Poder Legislativo, máximo representante de la soberanía popular.
Podría pero no lo haré, porque hay ocasiones en las que lo evidente cobra tal fuerza, que sobran las palabras, ante lo que, sin pudor ni disimulo, la propia realidad retrata, haciendo bueno el dicho de que ´una imagen vale más que mil palabras´.