TOTAL LIBERTAD DE ACCIÓN PARA PUTIN

OTAN y Rusia: Putin pasa a la acción en Ucrania

El tablero geopolítico global va adquiendo tintes desfavorables para el autodenominado “Mundo Occidental”

OTAN y Rusia: Putin pasa a la acción en Ucrania

Ha sido finalizar los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekin, tregua pacífica en la relación de los pueblos de origen sagrado y trayectoria secular, a la que hacía referencia en mi artículo de 3 de febrero pasado; y comenzar una nueva fase en la vendetta largamente esperada por la Federación Rusa respecto de las sucesivas ampliaciones de la OTAN hacia el este de Europa. Con una clara “voluntad de vencer”, y una demostrada “capacidad de ejecución”, el presidente Putin se ha asegurado durante la gestión de crisis que estamos viviendo, principalmente desde enero, el tercero de los principios fundamentales de la guerra, es decir, la “libertad de acción”.

No nos engañemos con criterios de antaño sobre qué significa el término “voluntad de vencer” aplicado a la guerra. Ya no se trata, como pudo ocurrir en los conflictos de la primera mitad del siglo pasado, de destruir a las fuerzas enemigas en su totalidad. Ni mucho menos. Simplemente se busca conseguir el objetivo político a través de la fuerza. Y viene al caso recordar que en la guerra de Rusia con Georgia de 2008, modelo que Putin está siguiendo hasta ahora al pié de la letra, el número reconocido de bajas por parte georgiana fue de unos 190 civiles y 170 militares muertos. Georgia dio por perdida la guerra y Rusia consiguió su objetivo político de independencia de las repúblicas de Abjazia y Osetia del Sur, otrora pertenecientes a Georgia, y su adscripción a su órbita política.

En Ucrania, Rusia ha tenido un objetivo político declarado como es el de impedir que aquella pudiera ingresar en la OTAN, continuando las oleadas de acercamiento a sus fronteras por todos los frentes, y colocando bases y misiles en una cercanía intolerable para Moscú. Hoy, después del reconocimiento de las repúblicas “populares” de Lugansk y Donetsk ya no queda ningún atisbo de duda sobre que también quiere restar estas zonas a Ucrania desplegando fuerzas propias en ellas, y muy probablemente anexionarlas a voluntad en un futuro próximo. Así hizo con Crimea, territorio que Rusia jamás devolverá –frase absolutamente trivial que costó el cargo al jefe de la Armada alemana hace unas semanas-; y así hizo EEUU. con Texas en 1845 en una anexión precisamente recordada por Putin a finales del año pasado.

Prueba de que el objetivo político relacionado más arriba está superado, es la declaración en Kiev el pasado 14 de febrero del Canciller alemán Olaf Scholz referente a que el posible ingreso de Ucrania en la OTAN “no está sobre la mesa”. Ello debería haber bastado para resolver la crisis según un observador ingenuo. Es claro que no ha sido así. Y a corto plazo queda el “irredentismo” de las repúblicas recién reconocidas. Como todo ente geopolítico que nace y se precie, las dos tienen reivindicaciones sobre los territorios de los que proceden. Recordemos que estas repúblicas no cubren todo el territorio de los antiguos oblast (provincias) donde se incluían, de forma que a la república de Lugansk le faltaría toda la mitad norte, y a la de Donetsk toda la parte oeste y norte. Son zonas con un altísimo porcentaje de población rusofona que en estos momentos está en manos de Kiev.

Por ello, es muy probable que a la mínima excusa, que puede ser perfectamente fabricada por Rusia, empecemos a oír nombres como Mariúpol, en la costa del mar de Azov; Avdiivka, en la zona de contacto frente a Donetsk; o Severodonetsk, al NO. de Lugansk. Son solo algunos ejemplos de toponimia, para no cansar al lector, que esperemos no adquieran los matices dramáticos de Vukovar en la guerra de Serbia con Croacia durante el conflicto de los Balcanes.

Pero, ¿para qué ha acumulado Rusia tantas unidades militares? Es claro que si ataca en las dos provincias rebeldes, debe neutralizar al resto del ejército ucraniano que podría acudir a la zona a reforzar las defensas. La sola presencia de tropas frente a Jarkov y a Kiev –desplegadas estas últimas en Bielorrusia-, amenazando a estas ciudades, aísla en cierto modo el área de Luganks y Donetzs. Un ataque a Kiev, una ciudad de casi tres millones de habitantes, es más que problemático, sobre todo si se tiene en cuenta que después de un posible éxito inicial fulgurante, la ciudad se podría convertir en un calvario para las tropas rusas. El sentido común parece dejar de lado esta posibilidad, por mucho que lo haya anunciado el presidente Biden. No obstante, la sola amenaza de ataque consigue su objetivo de fijar a la fuerza ucraniana de defensa. De otro lado, en las últimas maniobras navales en el Mar Negro, Rusia ha demostrado que es capaz de aislar por completo durante un tiempo a Ucrania por el sur. ¡Y Odesa queda tan cerca de las tropas rusas del Transdniéster y de Crimea!

¿En qué momento se producirían estos hechos? Ya todo depende de Putin, aunque me atrevo a apuntar que las unidades que han entrado en las dos zonas rebeldes deben conocer bien el terreno y al enemigo que tendrán enfrente de forma mucho más milimétrica que hasta ahora. Esto no exige un plazo de tiempo muy largo y puede que la próxima reunión telemática de Biden con Putin del próximo jueves nazca superada por los acontecimientos, si es que se produce. No obstante, me atrevo a apuntar nuevamente una circunstancia deportiva como la de los Juegos Paralímpicos de Pekín que se celebrarán del 4 al 13 de marzo próximo, para no entrar en guerra abierta, consideración pactada que Putin podría tener con China.

Si esto fuese así –solo Putin puede saberlo-, los próximos idus de marzo podrían ser angustiosos para occidente. China volverá a retomar su retórica sobre Taiwán y su soberanía sobre el Mar de la China Meridional, aumentando la presión por el este a esa “Tierra anular” que rodea a la “Tierra Corazón”, según la terminología clásica geopolítica que he utilizado en otras ocasiones. Esto exigiría un quebradero de cabeza de extrema gravedad para EEUU., Reino Unido, Australia –los componentes del Aukus- e incluso para Japón y Corea del Sur. Un desplazamiento del centro de gravedad de la fuerza norteamericana y británica hacia el Extremo Oriente que debilitaría en gran medida la posición occidental en Europa del Este. Cuidado con los idus de marzo, no sea que se pierda algo más que la vida de César.

Y decimos en Europa del Este porque ante la previsible consecución de objetivos parciales por parte de Rusia, una vez abandonada Ucrania a su suerte por los países europeos, y ante la nueva demostración de olor a sangre de la OTAN por este hecho – la primera fue la retirada de Afganistán-, por mucho que aquella no pertenezca a la Organización; la Federación Rusa puede ir a por su segundo objetivo político declarado: la retirada de las tropas otánicas a sus emplazamientos anteriores a 1997. Esto afectaría, sobre todo, a los estados bálticos, Bulgaria, Polonia y Rumanía, escudo anti misiles incluido. Palabras mayores porque, a diferencia de Ucrania, todos ellos son miembros de la Alianza. Si este requerimiento cristalizara, la crisis entre Rusia y la OTAN sería de enormes proporciones. La OTAN solo podría acceder a una retirada de tropas hacia líneas propias de dicha fecha en un contexto en el que Rusia hiciera lo propio dentro de sus fronteras. Pero esto formaría parte de una nueva Arquitectura de Seguridad Europea que es futuro a medio plazo, resultando ocioso desarrollarlo en estos momentos.

Así que, en una hipotética salida victoriosa de Rusia de la presente crisis, nos podemos encontrar con una presión de Moscú sobre los estados bálticos que podría hacer entrar en pánico a Europa, una Bielorrusia definitivamente integrada con la Federación Rusa llevando a su último extremo la actual Unión de Estados, y una prohibición tajante a Moldavia, Ucrania y Georgia de entrar en la OTAN, soslayando las soberanías de estos países. Aún más, una cierta amistad con Turquía, a quien vende armamento y, sobre todo, unos precios muy elevados de los recursos energéticos que proporciona a Europa, cuestión que ya está tomando cuerpo ante la negativa del gobierno alemán de hoy mismo de certificar el gasoducto Nordstream 2, que conecta Alemania con la ventana rusa de San Petesburgo a través del Báltico.

Finalmente, y conectado a nivel global con todo lo anterior, sería imperdonable dejar en el tintero la pésima noticia de la retirada de las tropas francesas de Mali que combatían al yihadismo. Hay indicios claros de que Rusia puede ocupar y está ocupando el hueco dejado por los galos con fuerzas mercenarias del complejo denominado como la “Compañía Wagner”, formada en gran medida por ex militares rusos. Influencia estrecha sin implicaciones directas del gobierno. Manos libres. Si Mali cae en la influencia rusa, este hecho, unido a la que ya dispone en lugares como Siria, Libia y la misma Argelia, podría hacer que buscase una salida a la costa africana por Mauritania. Ello significaría un envolvimiento claro de Europa por el sur y un acceso a mares calientes de los que antes no disponía. También nervios en Rabat y, por supuesto, en España. ¿Alguien duda de que estamos en Guerra Fría? Carpe diem.

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