El malogrado poeta Facundo Cabral, escribió: “Doy la cara al enemigo, la espalda al buen comentario, porque el que acepta un halago empieza a ser dominado; el hombre le hace caricias al caballo ´pa’ montarlo…“
Es raro recibir aplausos de tus enemigos, y es por eso que, en las pocas ocasiones que los he recibido, siempre me he preguntado qué he hecho mal, o en qué me he equivocado.
Pablo Casado, en la moción de censura contra Pedro Sánchez, se equivocó de bando, no dándose cuenta quién era el enemigo; y bien que lo ha pagado.
Casado quemó sus naves en su gratuito y ofensivo discurso, vomitado el día de la moción de censura a Pedro Sánchez. Pero su agresividad visceral no estuvo dirigida al inquilino de la Moncloa, que era lo que tocaba, sino a Santiago Abascal, consiguiendo el descojonado e hilarante aplauso de toda la izquierda social comunista. Tamaño y esperpéntico espectáculo fue rematado, acto seguido, por todo surtido de emponzoñadas lisonjas a un envanecido Casado, por parte de LA SECTA, LO PAÍS, y LA SER.
Solo por esto, que es mucho, cualquier persona medianamente inteligente, se hubiera dado cuenta que algo no cuadraba. Pero Casado, no. Es más, se vino arriba como un fofo y pretencioso ´soufflé´, con más levadura que cerebro, que ha terminando cosechando lo que sembró aquel día.
Ahora, tras el pacto de coalición habido en Castilla la Mancha, entre PP y VOX, se ha desencadenado una rabiosa campaña contra Feijoo, por parte de todos los asalariados y paniaguados del régimen sanchista, que ven peligrar ´sus garbanzos´. Pero, espero no equivocarme, Feijoo no es Casado, ni padece de sus complejos; amén de que hasta el más lerdo sabe que sin VOX no hay Moncloa.
Con el pacto en Castilla la Mancha, Sánchez ha entrado en ´modo pánico´, porque sabe que a partir de ahora ya lleva estampado en el trasero la fecha de caducidad. (Claro, salvo que ´aparezca´ una nueva pandemia, y nos encierre a todos en casa, ´sine die´, para que no podamos ir a votar, y por ´ende´ no hayan elecciones).
Con el pacto en Castilla la Mancha, extrapolado a nivel nacional, adiós al Palacio de la Moncloa, el Palacio de la Mareta, el Palacio de las Marismillas, el Falcón y el helicóptero Super Puma. Adiós los viajes horteras al estilo estrella del rock; el jamón Joselito y los chuletones al punto. Adiós a todo ello, amén de tener que vivir él, un ´yonki´ de la adulación y la pleitesía, sin el claqué de palmeros y pelotas que -a diario- se revuelca obscenamente, sin pudor ni recato, a sus pies.
No creo que lo resista; amén de que para el narcisismo, no existen clínicas de desintoxicación.