Príncipe de los poetas que camino a la cruz, sobre tus espaldas mis culpas llevas; aguarda que aún queda tiempo esta mañana de plantar otra cruz antes que termine la jornada.
Espera y moriré contigo, no por esperar el Paraíso, porque por esperar no espero nada, ni tan siquiera la gloria de los hombres que no es más que vanidad crucificada.
Espérame; no te vayas, que ligero te sigo, por no llevar más equipaje que mi alma cansada que hoy pide ser crucificada contigo lejos de testigos y miradas; anónimamente, porque me he negado a mí mismo y ya no necesito nada, tan solo un poco de aliento mientras lo que me queda de esta vida, herida camina a la muerte abrazada.
Tiempo habrá de nuevos crucificados, que como frutos maduros colgados de maderos, rieguen con su sangre nuevos campos y cañadas, mientras a tu lado, a la cruz clavados, sonrían el amanecer de un nuevo mañana.