Aquellos que permutaron el vivir para la sociedad, por el vivir de la sociedad

La casta

Como eternos´mamoncetes´ del bolsillo de los contribuyentes

La casta

LOS ANTECEDENTES.

Históricamente, la sociedad civil siempre ha estado subyugada por los distintos poderes que, desde la noche de los tiempos, han tutelado y dirigido sus pasos, como si de un niño pequeño se tratara. Poder feudal, eclesiástico, real, militar, han ido ordenando, sucesivamente, la convivencia diaria de una sociedad que no siempre fue civil, ni civilizada.

DEL SIGLO DE LAS LUCES, A LA ERA DE LA BESTIA.

Es a partir de la Revolución Francesa cuando la sociedad civil alcanza su mayoría de edad, accediendo -en teoría- al poder. Ello provocó, en las distintas sociedades del mundo occidental, unas doradas expectativas de paz, progreso y bienestar. Sin embargo los resultados, de estos últimos 230 años, distaron mucho de aproximarse a la idílica foto, al haber sido la época más sangrienta de la Historia de la Humanidad.

EL NACIMIENTO DE LA CASTA.

Es con la caída del Antiguo Régimen y el nacimiento de democracias las modernas, cuando aquellos que deberían haber representado los intereses de la sociedad civil se fueron convirtiendo, con el tiempo, en una clase, para más tarde acabar siendo un poder; un poder cada vez más alejado de la sociedad, a la que se suponía que debía representar y servir.

SU DISTANCIAMIENTO DE LA SOCIEDAD CIVIL.

La excesiva profesionalidad de los políticos de hoy en día ha provocado en éstos, un progresivo alejamiento de la realidad social, es decir, de la calle. Esta dedicación exclusiva de los políticos profesionales, ha ido generando una problemática específica de clase -política- que nada tiene que ver con los problemas que aquejan a la sociedad que dicen representar.

Generalmente, para un partido político, lo más importante es ganar la carrera electoral al resto de sus competidores, mientras que para un político, lo más cardinal es subir puestos en el escalafón jerárquico de su propia formación política. En el primer caso, se utilizará -a veces demagógicamente- la realidad social como banderín de enganche de una masa descontenta e indignada, con el único fin de conseguir votos. En el segundo caso -salvo excepciones, cómo no- los medios utilizados, para la consecución del fin propuesto, será -entre codazos y zancadillas- la intriga de pasillos.

Todo este cúmulo de despropósitos, ha ido provocando un alejamiento, recíproco, entre la clase política y la sociedad civil, llegando un momento en el que esta última comienza a sentirse huérfana y cabreada…, y con eso se queda.

LO QUE DEBERÍA DE SER, Y LO QUE ES.

El político debe surgir de la sociedad, cuando los problemas así lo demanden, para retornar a la misma, tras haber aportado su contribución. Normalmente, en la práctica, lo raro es que el político regrese voluntariamente a su, anónimo y falto de gloria, origen, eternizándose entonces su presencia profesional en las redes de la vanidosa política. Ello irá provocando un alejamiento de las auténticas vías hacia el bien común, al adquirir el político su propia problemática, una problemática que, como decíamos antes, nada tiene que ver con la del pueblo llano.

Existe un caso todavía peor, y es el de aquellos políticos profesionales que nunca han estado integrados en la sociedad de a pie. Aquellos que han limitado toda su experiencia laboral al campo de la intriga y el arribismo; aquellos que, siendo aún imberbes, se subieron al carro de la política, para convertirse en los delfines del poder. Aquellos que permutaron el vivir para la sociedad, por el vivir de la sociedad, como eternos ´mamoncetes´ del bolsillo de los contribuyentes.

Para entender los problemas que aquejan a la sociedad, no hay que esperar a que te los cuenten. Para comprender los problemas hay que compartirlos, o, dicho de otro modo, hay que vivirlos y sufrirlos en las propias carnes; todo lo demás no es más que demagogia y ´poltronismo´, los sempiternos juegos florales del corrupto siglo XXI.

TODO ATADO Y BIEN ATADO.

Y todo esto podría tener una moraleja, una ´justicia poética´, si cuando las urnas les da la patada, bajaran de su pedestal para irse a su casa a sufrir como cualquier hijo de vecino. Pero no, que para eso inventaron ´las puertas giratorias´, quedando todo atado y bien atado.

Desgraciadamente, ´la casta´ no es una especie en vías de extinción; ni aún en caso de guerra, ya que si bien son muy capaces de comenzarlas, siempre les ´pilla´ más cerca del exilio tras las fronteras, que de las peligrosas trincheras.

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Autor

Antonio Gil-Terrón Puchades

Antonio Gil-Terrón Puchades (Valencia 1954), poeta, articulista, y ensayista. En la década de los 90 fue columnista de opinión del diario LEVANTE, el periódico LAS PROVINCIAS, y crítico literario de la revista NIGHT. En 1994 le fue concedido el 1º Premio Nacional de Prensa Escrita “Círculo Ahumada”. Ha sido presidente durante más de diez años de la emisora “Inter Valencia Radio 97.7 FM”, y del grupo multimedia de la revista Economía 3. Tiene publicados ocho libros, y ha colaborado en seis. Actualmente escribe en Periodista Digital.

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