ESPECTACULAR APORTACIÓN INTELECTUAL ESPAÑOLA A LA LUCHA POR LA PAZ

Dos ministras del Gobierno Sánchez dan con la tecla para la erradicación definitiva de la guerra

El mundo de la Seguridad y Defensa impactado por la nueva doctrina esbozada por las ministras Montero (Irene) y Belarra

Dos ministras del Gobierno Sánchez dan con la tecla para la erradicación definitiva de la guerra

Hace ya algunas fechas, la ministra Irene Montero, declaraba al respecto de la guerra de Ucrania, referente a su oposición personal al envío de armas a este país por parte del gobierno del que forma parte, que la solución no estaba en armar a uno de los contendientes –se trata del agredido- sino en llevar a cabo una “diplomacia de precisión” que llevase a la consecución de la paz. Alguna fecha después, la ministra Belarra declaraba que ante el fenómeno de la guerra debería oponerse un “escudo social y verde” como solución definitiva. Ya muy recientemente, esta última ha entrado en una controversia con la de Defensa, Margarita Robles, finalizada por su parte afirmando que “la situación es suficientemente grave para tomarme en serio el pacifismo. El pacifismo no es ninguna broma, lo ha demostrado a lo largo de la historia”. Dos ministras del mismo gobierno dirimiendo sus diferencias en público, con el jefe máximo de ambas en silencio. Difícil de encontrar una puesta en escena similar en espacio y tiempo, no solo en España. También más allá de sus fronteras. Aunque no tenga ninguna importancia a efectos de la polémica y la ministra Robles no lo necesite, mi posición personal al respecto está con ella y no con Belarra.

Pero dejemos la disputa de lado, sobre la que se ha escrito lo suficiente en los últimos días, y volvamos a las afirmaciones incluidas ut supra. La sensación causada por ambas afirmaciones a nivel mundial ha sido de las que hacen época, pasando a inscribirse en el Parnaso de lo Sublime en la Historia. Pocas veces ha habido declaraciones tan impactantes como provechosas al respecto, mereciendo no solo el aplauso unánime de una humanidad agradecida por habérsenos mostrado el “bálsamo de Fierabrás” ante el sempiterno flagelo de la guerra, sino también que alguien les dedique unas líneas, aunque desde ya desisto de estar a la altura de tan titánica empresa.

Aquí, lo importante no es determinar qué mecanismo psicológico les lleva a criticar al gobierno del que forman parte sin presentar la dimisión –se entiende que el importante sueldo, la moqueta y el coche oficial pueden ser un obstáculo para ello, aunque presento mis dudas-; y tampoco tratar de criticar su loable deseo de acabar con la guerra, no ya la de Ucrania producida por la invasión de Rusia -cuestión que las ministras olvidan por intereses que no vienen al caso analizar-, porque ese deseo lo compartimos casi todos los habitantes del planeta –incluido, por supuesto, quien esto escribe-. Solo unos pocos, según se puede apreciar, no firmarían tan excelsa intención. Pero esos pocos existen y, mira por dónde, suelen reír a mandíbula batiente cuando oyen frases como las aquí apuntadas. Será que con la simple intención de llegar a la Paz no basta. Así que pasa a ser muy importante que nuestras ministras expliquen un desarrollo plausible de tan excelsas frases teleológicas para que los demás podamos entenderlas en toda su amplitud y aplicarlas. Pero me temo que ese momento no llegará, porque tras este enunciado para salir del paso existen como argumentos la nada y el conjunto vacío. Ni siquiera el éter. Y es que eso de salir del paso, de cualquier modo, es demasiado común en nuestro espectro político. ¿Para cuándo estar dirigidos por personas que saben en profundidad lo que dicen?

Confesándome incapaz de desentrañar tan rutilante dualidad conceptual, les ruego que me permitan refugiarme en la segunda de las afirmaciones de la ministra Belarra. Claro que el pacifismo es importante. Por supuesto. Faltaría más. ¿Qué tipo de pacifismo, el radical, el de la paz a toda costa, el que cantaba aquella garganta privilegiada que repetía lo de “cruzar los brazos, cruzar los brazos” a mediados de los ochenta, cuando estábamos a punto de decir que sí a la OTAN a requerimiento del ínclito Felipe González, presidente del gobierno y secretario general del PSOE? ¿Y qué ocurre cuando ese “a toda costa” significa la pérdida de un tercio del país, rico en materias primas y fachada al mar, dejándote en un residuo interior “tutelado” por la potencia agresora que a través de la teoría de la “soberanía limitada” no soporta que tú puedas desarrollar tus designios? Claro que estas últimas cuestiones se refieren a Ucrania, como podían ser aplicadas en 1968 a la antigua Checoeslovaquia, o en 1956 a Hungría. El ejecutor de la doctrina es en ambos casos ideológicamente diferente pero la finalidad es la misma y su ubicación territorial, también.

La última consecuencia del pensamiento pacifista radical, aplicado a Ucrania es que ésta habría hecho mejor en rendirse el primer día de la invasión y ahorrarse todo el drama. Es la siguiente posición que espetará esta manera de pensar ante el posible éxito territorial de Putin, caso de que se produzca. ¡Qué más da si se pierde medio país! Lo importante es la Paz, aunque sea producto de un dictado con la pistola en la mesa. Pero, ocurre que Ucrania es muy joven en su independencia y ha luchado mucho por ella contra polacos, rusos y turcos desde el siglo XVI, siendo solo absorbida desde finales del XVIII por Rusia con una intensificación del proceso en el XIX. Lo del “Rus de Kiev” quedaba muy lejos, perdido en las décadas finales del siglo X; y si su gran héroe unificador fue Vladimir el Grande, dicho en idioma ruso, también se llamaba Volodimir el Grande en ucraniano. Ambos presidentes actuales de Rusia y Ucrania han heredado el nombre del ancestro común, pero hoy la separación es irreversible y el irredentismo ucraniano respecto de Rusia durará siglos, salvo que Rusia adopte un giro copernicano difícil de predecir en estos momentos. Así, mucho me temo que el final de las hostilidades no sea un “hasta pronto”, como ocurrió tras el Tratado de Versalles de 1919, calificado por Ferdinand Foch como “un armisticio para veinte años”. Acertó de pleno. O como ocurrió en los Balcanes cuando muchos de los participantes en el desastre venían a afirmar que, en realidad, se estaban esperando desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial.

La Ucrania del siglo XXI respira profundamente por su independencia y no quiere saber nada de pérdidas territoriales, como haría cualquier nación que se precie y como reza el artículo 2 de su Constitución (1996): “La soberanía de Ucrania se extiende por su territorio entero. Ucrania es un estado unitario. El territorio de Ucrania, dentro de sus fronteras actuales, es indivisible, e inviolable”. Por eso, Zelenski no hará caso del pacifismo radical a toda costa. No puede firmar una pérdida de territorio salvo que cambie la Constitución según el dictamen de más de dos tercios de la RADA (parlamento). Sería un traidor y como tal juzgado. Y por eso cientos o miles –algún día lo sabremos- de hombres y mujeres están muriendo para que ese escenario no se produzca. No se ven desertores, y era para exposición la cara de los corresponsales y presentadores de televisión españoles que los primeros días de la invasión oían de las mujeres ucranianas desplazadas que sus maridos y sus hijos se quedaban para defender a la nación. Y el efecto colateral más importante para occidente es que esta “defensa a toda costa” de la nación ucraniana, invirtiendo el término del pacifismo radical, repercute directamente en la seguridad de esta parte del continente. A nadie escapa que cuanto más dure la guerra más posibilidades hay de que Putin la pierda y colapse el actual sistema de gobierno ruso. Recordemos que la Unión Soviética se retiró de Afganistán en 1989, después de una década de lucha contra los muyaidines, y dos años después dejaba de existir (oficialmente el 25 de diciembre de 1991). Como mínimo, Rusia quedaría exhausta y tardaría bastante más tiempo en reiterar posibles agresiones contra otras naciones. A estas alturas, parece claro que si hubiera obtenido una victoria total en varios días, con rendición o escape del gobierno ucraniano, estaría ya preparando la siguiente actuación. En definitiva, los hijos de Ucrania están muriendo para que no mueran los nuestros y algunos/as que están siempre en posesión de la verdad creen que no debemos dejarles armas para que se defiendan y nos defiendan. Difícil de digerir.

No me resisto a terminar sin dejar de hacer mención a eso del pacifismo en la historia. ¡Claro que ha sido importante! A través de la disuasión, ese concepto por el que se hace saber al posible agresor que las pérdidas por sus acciones serían muy superiores a las ganancias. Una disuasión creíble, no basada exclusivamente en palabras. ¿ Qué diplomacia se puede hacer sin disuasión?     ¿Es que no ha habido reuniones de las partes en Bielorrusia y en Turquía? ¿Porqué han fracasado? Disuadir es construir la paz, y para disuadir hay que estar preparados con una defensa suficiente y eficiente. Sin defensa no hay disuasión, lo diga Agamenón o su porquero. Y los que creemos en ello nos tomamos también la paz muy en serio como la señora Belarra. Disuasión que en Salamina y Platea ejercieron los demócratas atenienses –sí, los demócratas atenienses- a finales del primer cuarto del siglo V a.C contra el Imperio Persa y que hizo que luego pudiésemos disfrutar de Sófocles, de Esquilo, de Eurípides, de Fidias, de Sócrates, de Platón, de Aristóteles y de todo el mundo que nos legaron. Si en aquellas jornadas épicas los antiguos griegos hubiesen optado por la “diplomacia de precisión”, con una ausencia total de disuasión, todos ellos habrían sido esclavos. Imposible disfrutar de su herencia cultural. Pero se habían preparado para una defensa en la que luchaban al unísono los “tetes”   –la clase libre más pobre de Atenas- como remeros en la Armada, lo que les permitía el ascenso social; como los más ricos que podían pagarse el equipo de hoplita. Ricos y pobres actuando codo con codo a través de la disuasión y el valor personal. El resultado de la paz obtenida fue de un gran valor para ellos: la libertad. Y para nosotros, la herencia del mundo griego. Casi nada. Solo es un ejemplo, si quieren, otro día seguimos hablando de cómo se ha mantenido la paz a lo largo de los siglos. Carpe diem.

Jacinto Romero Peña

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído