Cuando pasas por la vida con alma de caballero, sin más bandera que tu honor, ni más honor que tu bandera, poco importa que cabalgues solo, porque si la soledad no te mata, te fortalece y su sombra a los cobardes espanta.
Que no te ciegue el aplauso, que no te distraiga la alabanza, que el camino es largo y la recompensa parca.
No busques reconocimiento, ni más medalla que una mancha de sangre en el pecho al despuntar el alba, porque, caballero del honor, esa será toda tu paga.
Nunca rehúyas el combate, y si eres herido, que no te cieguen las lágrimas; piensa que el dolor fortalece… si antes no te mata.
Y si te mata tampoco pasa nada, más que saber que esa vez es por ti por quién doblan las campanas.
Y cuando llegue el día que tus labios besen la tierra por tu sangre empapada y notes como tu vida escapa, no creas que sea porque has perdido, sino tan solo porque era tu última batalla; y que al morir vives, y al hacerlo ganas.

