Mentiras, medias verdades y cortinas de humo

Bajas pasiones en política

Pedro Sánchez ha comparecido en el Congreso por el espionaje de Pegasus

Bajas pasiones en política

Las intrigas y los espías amenazan la estabilidad del Gobierno. Pero sobre todo sorprende la capacidad de Sánchez para crear entramados novelescos, como si estuviéramos frente a una obra “hitchcockiana”. Además, no es descabellado pensar en un argumento mucho más enrevesado que conlleva una inquietante operación donde todos espían a todos. Y es que la política no se puede separar de la ambición de poder y el dominio sobre el otro, aunque sea con escuchas a rivales que ponen en jaque mate a la privacidad. También nos muestra el mundo detrás de la escena, el de la política entregada a sus más bajas pasiones. En este contexto, Pedro Sánchez ha comparecido esta semana en el Congreso por Pegasus.

Descartes afirmó que las pasiones “son intrínsecamente buenas y que todo lo que tenemos que evitar es su mal uso o su exceso”. Sin embargo, ¿qué utilidad pensaban dar a las informaciones de las grabaciones? Lo cierto es que solo es lícito espiar a políticos siempre y cuando se cumpla con la ley. En la lista de espías y espiados, tenemos al inquilino de La Moncloa, el Excelentísimo Señor Don Pedro Sánchez, a la ministra de Defensa y a sus socios independentistas. Por si esto fuera poco, también se sumó Rubiales, exfutbolista y ahora presidente de la Real Federación Española de Fútbol. Escándalos donde nadie ha asumido la culpa después de ser aireados.

A este «tótum revolútum», hay que añadir alguna que otra cortina de humo sobre adversarios políticos para desviar la atención, hablamos de la publicación de audios de Villarejo. Pero, lo realmente importante es ¿quién espió a Pedro Sánchez con el sofware Pegasus? ¿Está Marruecos detrás? Y, en este supuesto, ¿qué había en el teléfono de Sánchez para cambiar la posición de España con el Sahara? Aún más, ¿pudo haber espiado el CNI de forma ilegal a los líderes independentistas? Hace años también espió las conversaciones del Rey Juan Carlos y de otras personalidades. Y, por último, ¿hay espionaje dentro del espionaje? ¿Quién controla al CNI?

¿Alguien cree a Pedro Sánchez a estas alturas? Resulta difícil saber qué hay de verdad entre tantas mentiras y también si mintiendo expresa su verdad. En su alocución, el presidente del Gobierno eludió su responsabilidad en el caso Pegasus, como si todo se tratara de una conspiración permanente contra él. No hay mejor defensa que… ¿un buen ataque? Para defenderse y apaciguar a sus socios, acusó a la corrupción del PP, al CNI y al juez del Supremo que respaldó el espionaje a los independentistas. También sostuvo que desconocía la operativa utilizada por el servicio de inteligencia, cuestionó el informe de Citizen Lab y planteó la reforma de la ley de Secretos y del control judicial del CNI.

Por otra parte, y en consonancia con la ley de Murphy, si algo puede salir mal, saldrá mal. El espiado expresidente Puigdemont siempre fiel a sí mismo, con sus maquinaciones, tergiversaciones y confabulaciones, podría aprovechar el caso Pegasus para volver a «Esp(i)aña», según dice sarcásticamente en sus redes sociales, al ser parte de la comisión de investigación del Parlamento Europeo. Todo ello, después de enterarnos hace poco que intentó contactar con el Vaticano a través de espías rusos, aunque su petición fue ignorada. Es comprensible, por ello, que para él la verdad y la mentira sean conceptos meramente estéticos.

Escuchas ilegales siempre ha habido en España y también en otros países. Solo tenemos que recordar el escándalo “Watergate” y la renuncia de Nixon a la presidencia de Estados Unidos en 1974. Asimismo, en una situación comprometida estuvo el Gobierno de Merkel y sus más cercanos aliados, al ser espiados de 2012 a 2014 por Estados Unidos, a través de su Agencia de Seguridad Nacional, compinchado con Dinamarca. En España tuvimos espionaje ilegal en el caso de los “papeles del Cesid” (1996), que provocó una crisis en el Gobierno de Felipe González, con ceses y dimisiones hasta la del vicepresidente del Gobierno, Narcís Serra.

Dicen que la política es el arte de buscar problemas. Pero ¿hay política porque hay conflicto? En efecto, si no hubiera conflicto, no habría política y, quizás, tampoco democracia. Y, desde luego, sin antagonismos, ni polaridad, no tendríamos espías, ni espías espiados, ni bajas pasiones. De una manera menos cruda y explícita hubiera sido despedido el director de un conocido periódico, por molestar presuntamente al inquilino de La Moncloa. Por este motivo, nos quedamos con la definición de política de Groucho Marx: “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”.

Roxa Ortiz

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