La economía, que estaba recuperándose de una dura crisis pandémica, comienza a mostrar síntomas que preocupan a todos aquellos que, por un motivo o por otro, siguen la evolución de esta, así como el análisis de los indicadores económicos más revisados por los economistas. Fenómenos como el desacople entre la oferta y la demanda tras la reapertura, provocando rupturas en la cadena de suministro, o la inflación que esta situación ha ocasionado alertan de un rumbo del que cada día que pasa es más difícil salir.
Tras la reapertura de la economía, los estímulos ofrecidos por todos los países del mundo, en un escenario de shock de oferta, provocaron una fuerte reactivación que motivó a los organismos económicos, con previsiones que prometían crecimientos, o, mejor dicho, recuperaciones de hasta dos dígitos en algunas economías. Sin embargo, el hecho de no tener en cuenta la situación de la oferta, como bien comentó el macroeconomista Olivier Blanchard, provocó una situación de escasez que, como vemos en el presente, ha disparado la inflación hasta cifras inimaginables años atrás.
La elevada inflación a la que se enfrentan hoy las economías, provocada por una auténtica escasez que sigue alimentando el crecimiento de los precios, sigue restando al crecimiento de la economía, en tanto en cuanto ataca al poder adquisitivo de un claro motor económico: el consumo. Y con el paso de los meses, los recursos que teníamos se van reduciendo, mientras la inflación sigue creciendo sin remitir; y el crecimiento de la inflación subyacente nos dice que esta presenta un carácter cada vez más estructural y menos transitorio.
Ante semejante situación, los bancos centrales han comenzado a actuar. En este sentido, las subidas de tipos y la gran retirada de estímulos que ya plantean la Reserva Federal y El Banco Central Europeo pretenden poner fin a esta situación, conteniendo la inflación con una fuerte restricción del crédito y una relajación de una demanda que sigue superando a la oferta por la incapacidad de las cadenas de suministro. Sin embargo, esta actuación por parte de los bancos centrales no nos exime de unos riesgos que podrían ponernos en una situación peor que la de partida.
Como bien debemos saber, una subida de tipos y una retirada de los estímulos es un arma de doble filo. De la misma manera que puede contener la inflación, también ataca de manera directa al crecimiento económico. Como bien se ha indicado, una restricción al crédito y una relajación de la demanda provocará que menos gente consuma y, por ende, la inflación no siga creciendo. Pero si esa gente no consume, cae la demanda y la sociedad no produce actividad económica, la economía no crece y, por tanto, podría verse ante la situación de entrar en una recesión.
Una misma política, aplicada de forma distinta, relaciona estos dos fenómenos, el crecimiento y la inflación, situándonos en un complicado escenario. Por un lado, debemos iniciar una retirada de estímulos para relajar una economía recalentada y, en ese sentido, acabar con la inflación, que ya es insostenible. Y, por otro lado, esa misma retirada podría seguir incidiendo en el crecimiento económico, provocando que este siga cayendo en picado, como ya señalan numerosos organismos; pudiendo destacara la última revisión realizada recientemente por el Banco Mundial, la cual se ha hecho muy a la baja, y con la posibilidad de que haya más en el futuro.
Pero hay que decir que todavía hay una situación peor, y de la que también han hablado los compañeros del Banco Mundial. Y con esto que comento me estoy refiriendo a uno de los fenómenos más temidos por los economistas. Un fenómeno del que, una vez dentro, es muy difícil salir. Y sí, me refiero a un escenario de estanflación. La estanflación, como su propio nombre indica, es la combinación de inflación y estancamiento económico. Y si la inflación no remitiera con la subida de tipos por situaciones ajenas que afectan a la oferta, y a eso se sumara una desaceleración intensa de la economía, podría darse la situación de que eso que tanto temen los economistas se produjera.
En otras palabras, estaríamos en serios apuros.
Hoy, los mismos organismos multilaterales que hablaban de crecimientos insospechados, hablan de un reajuste de la economía por una clara desaceleración que preocupa a los equipos de analistas y otras casas de análisis. Y de la misma manera, también han hablado de estanflación, con un pesimismo que no habíamos visto antes. En este sentido, el último que lo ha hecho ha sido el Banco Mundial, quien además de realizar la rebaja citada anteriormente, también mencionó el riesgo de vernos inmersos en una situación de estanflación de la que, como se sabe por la evidencia, es muy difícil salir.
Pese a la mala gestión del Gobierno de España, hay que decir que la situación que presenta en estos momentos el planeta no es mucho mejor. La economía sigue apagándose, y sigue apagándose en todo el mundo. Y la recuperación que debía llegar, de seguir así, podría encallar, pudiendo ser el comienzo de esa crisis que todos temen, y de la que ya avisan bancos como JP Morgan, entre otros de los más prestigiosos del mundo.