La soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia, la pereza., están mal pero no son el mal.
Los llamados pecados capitales no son más que emociones y acciones primitivas, que a poco que busquemos, hallaremos su correspondencia dentro del mundo animal irracional.
Estos impulsos naturales, fruto de la inmadurez personal, no tienen necesariamente porqué conllevar maldad, al igual que la acción de un tonto que torpemente y sin pretenderlo se perjudica así mismo en beneficio de los demás, tiene porqué implicar bondad.
Lo que define el bien y el mal, no es la acción u omisión, sino su intencionalidad.