Joanne Kathleen Rowling, la creadora y autora de Harry Potter escribió: “No es bueno dejarse arrastrar por los sueños y olvidarse de vivir, ¡recuérdalo!”.
Lo cierto es que le faltó decir que si además eras feliz en tus sueños, seguramente sería pecado.
Puritanismo, responsabilidad, seriedad, rostros circunspectos y avinagrados. Amargura anglicana.
Señora Rowling, viva usted -las 24 horas- su patética, luterana y responsable amargura, y déjeme tranquilo, porque yo vivo en mis sueños y soy razonablemente feliz, mientras soporto -¡qué remedio!– el Pedro Sánchez de cada día, sin suicidarme como las 4.000 personas que se quitaron la vida el año pasado, en la España sanchista.
En cualquier caso no deja de resultar paradójico que sea precisamente la creadora de Harry Potter, que se ha hecho rica a base de inculcar fantasías absurdas y peligrosas (a más de un niño han pillado encaramado en el alféizar de la ventana con la escobilla del wáter en la mano, a guisa de varita mágica, diciendo que iba a volar) en la cabeza de niños y adolescentes, que nos venga ahora, en plan maestra de escuela, a darnos lecciones de cómo debemos vivir nuestra vida, y marcando el horario de nuestros sueños e ilusiones.
Y es que los puritanos aguafiestas no se quieren dar cuenta de que el ser humano vive de sus sueños y son ellos los que lo alimentan a diario, impidiéndole muchas veces el enviarlo todo a hacer puñetas y bajarse del mundo en marcha. Y además, ¿qué es vivir? ¿O es que acaso cuando soñamos estamos muertos?
Los sueños también son vida, y posiblemente la más gratificante; aunque los míos, para más de uno, sean la peor de las pesadillas.