No une lo qué somos, o de dónde somos. No une el color de la piel, ni la lengua que hablamos; nos une aquello en lo que creemos, y al hacerlo honramos la palabra hermano más allá de lo que el simple parentesco de sangre pudo jamás lograr.
En la creencia, en los valores y principios, no importa ya de dónde venimos sino adónde vamos…; adónde queremos llegar.