Oscar Wilde escribió: “De pequeños, los hijos quieren a sus padres; de mayores, los juzgan, rara vez los perdonan”. Indudablemente que el cínico de Oscar Wilde no debió de tener una infancia muy feliz, a tenor de sus lapidarias palabras.
Personalmente, he amado siempre a mis padres, de niño, de adolescente, y de hombre, y jamás se me ha ocurrido enjuiciarlos; posiblemente porque jamás me dieron motivo para ello.
Svetlana Alilúyeva (1926-2011), nacida Svetlana Iósifovna Stálina, fue la hija única de Iósif Stalin, y ésta sí que enjuicio duramente a su padre; posiblemente porque tenía razones para ello.
La hija del Zar Rojo, fue criada y educada como una princesa, en la misma época en que las hambrunas del Paraíso Socialista dejaron millones de muertos por el hambre y el canibalismo, por no hablar de todos aquellos otros que fueron torturados y ejecutados durante las purgas estalinistas. Pero sigamos con la historia.
Años después, aprovechando un viaje a la India, Svetlana pidió asilo en la embajada de EE.UU, el cual le fue concedido y así de este modo Svetlana adquirió la nacionalidad estadounidense.
Llegó a Nueva York en abril de 1967 y en una multitudinaria conferencia de prensa tildó a su padre de déspota y de monstruo, afirmando que huía a Estados Unidos en busca de la libertad que no encontraba en la corrupta Rusia. Posteriormente, y casi coincidiendo el 50º aniversario de la Revolución de Octubre, la hija de Stalin publicó su libro autobiográfico «VEINTE CARTAS A UN AMIGO», en el que denunció la gran mentira del cacareado paraíso del proletariado.
Obviamente, Svetlana, fue acusada de traidora y oportunista, por parte de una intelectualidad occidental que por aquella época tenía en un altar a la Unión Soviética y sus divinizados ídolos, y cuya eclosión “ideológica” dio lugar al Mayo Francés del 68.
Personalmente no creo que Svetlana fuese una “oportunista”, en primer lugar porque todo lo que ella denunció en su libro, posteriormente, tras la caída del régimen comunista soviético, se supo que no solo fue cierto, sino que fue peor.
En segundo lugar, porque en 1982 Svetlana abrazó la Fe Católica, estando viviendo en Cambridge, Inglaterra, y para nadie es un secreto que el catolicismo es ´políticamente incorrecto´ y está muy mal visto en la Pérfida Albión y claro, ´una persona convenenciera, falsa y oportunista´, jamás hubiese cometido ese error.
Bibliografía: “RUSIA, MI PADRE Y YO: VEINTE CARTAS A UN AMIGO”, Svetlana Stalin, Editorial Planeta, 1967.