Hemos convertido España en un gigantesco basurero salpicado de brasas y cenizas. Hemos arrasado una tierra que nunca fue nuestra, que nunca fue de nadie, ni tan siquiera del viento (como el gafe de ZP pregonó en su momento); ni de la lluvia, ni del Sol, ni de la Luna, ni las estrellas.
Arde España por los cuatro costados, bajo una macabra danza de fuego, salpicada de impotencia y rabia. Mientras, el desierto avanza incontenible y voraz, consumando el último acto de una obra tan trágica como anunciada, escrita con sangre, ´recalificaciones´, y lágrimas. ¡Arde España!
Acabada la parte poética, pasemos a la prosa.
Antes hemos nombrado al gafe de ZP, pero en honor a la verdad hay que decir que el actual inquilino de la Moncloa, Su Sanchidad, se lleva ´La Palma´ en cuanto a gafe se refiere, hasta el punto que a su lado, ZP parece ´el enano afortunado´; aquel personaje que dio lugar al actual ´gordo de Navidad´.
Pero gafes a parte, tenemos a los imbéciles presenciales de cuota; políticos, tan impresentables como indocumentados, que se han ´sancheado´ diciendo que desde que ellos ocupan su poltrona municipal, o autonómica, los incendios han ido disminuyendo paulatinamente. ¡Hay que tener la cara dura!
Muy señores míos, los incendios en su término municipal, o autonómico, han ido disminuyendo por la sencilla razón de que cada vez queda menos monte por quemar; y ello hasta que llegue el día (en algunos municipios ya ha llegado) en que los incendios brillarán por su ausencia en España; pero no gracias a su incompetente gestión, sino porque ya no quedará ni un palmo de monte por quemar. Nada, salvo las piedras y su incombustible vanidad.