Todos los Gobiernos han contribuido con admirable constancia, pero hay que reconocer que el que más tesón ha puesto para igualar a los ciudadanos por abajo y que nadie se quede atrás ha sido el presidido por Pedro Sánchez Pérez-Castejón.
Ahora lo hemos conseguido: un ágrafo gana lo mismo que un licenciado superior: 1.000 euros al mes por 14 pagas, igual a 14.000 euros anuales (1.166,666 mensuales), merced a los dos pagas extras que estableció el dictador Francisco Franco Bahamonde.
La gran labor de los sindicatos de clase, mayormente CC.OO y UGT, ha consistido, en coordinación con el PSOE, el PP y la patronal CEOE, en bajar los salarios dignos y subir los indignos, hasta fusionarlos en uno solo de subsistencia, que con alguna que otra subvención de aquí y de allá y una ñapa en negro, da para ir tirando. Y yo me pregunto: ya que han conseguido que no desaparezcan los haberes extras del 18 de julio y de Navidad, ¿a qué esperan para implantar las leyes laborales del franquismo y obligar a que el bachiller gane más que el ágrafo; el licenciado medio mas que el bachiller; el superior más que el medio, el jefe más que el mandado, el estructurista más que el carpintero, el lampista más que el albañil y éste más que el mozo. Que en cada empresa media y grande la escala laboral de puestos de trabajo contemple obligatoriamente distintas titulaciones y, en consecuencia, se premie el mérito, el esfuerzo y el grado.
Es lo que se hizo con las leyes franquistas, con las que se logró que la clase media ensanchase hasta encoger la baja y que también creciese la alta y rica, que es lo que el socialdemócrata sueco Olof Palme von Knieriem dijo al socialista portugués Mario Lopes-Soares Barroso, en presencia del español Felipe González Márquez:
“Es curioso, tú quieres que en Portugal desaparezcan los ricos, y yo quiero que en Suecia todos sean ricos”.
Lo contrario al principio de igualdad de ahora, que consiste en ser pares por abajo y crear el gran rebaño lanar para que todos seamos pobres, excepto una élite de riquísimos.
Quizás toda esta política progresista es causa de que ingenieros, arquitectos, médicos, matemáticos y otros titulados superiores españoles, perfectamente formados en su disciplina por una universidad pública que paga mayoritariamente el contribuyente, se vayan al extranjero nada más licenciarse porque se niegan a tener el sueldo de los distribuidores de comida y de paquetes que se desplazan en patinete y bicicleta. Y eso que hemos conseguido, con esfuerzo económico y admirable constancia, lo que pocos tienen en el resto de Europa: que nuestros camareros, reponedores de lineales y dependientes de grandes superficies sean graduados superiores y tengan un nivel de estudios más alto que la media mundial. ¡Qué orgullo!
Sí, es verdad que la globalización consiste en sacar de la miseria a los países pobres, en manos de excelsos dictadores, a costa de convertir las clases medias de los países desarrollados en clases pobres de estos mismos países. Toda una ardua labor que llevará medio siglo más, cuanto menos. Y mientras tanto y al final, masas empobrecidas, subvencionadas, aborregadas y dominadas. ¡Menudo negocio para autócratas y usureros!