SANIDAD, DIVINO TESORO

Pero, ¿aún quedan médicos en España?

Vayámonos preparándonos para una retahíla de manifestaciones, huelgas, broncas, intercambio de datos interesados y contradictorios, bulla y marabunta

Pero, ¿aún quedan médicos en España?

Si alguien cree que el problema que se nos viene encima a toda España, con la falta cada vez más acuciante de personal sanitario altamente cualificado, es cuestión solo de la Comunidad de Madrid, o es estulto, o sectario o ventajista. No hay otras opciones.

Ayer hubo una manifestación en Madrid, presuntamente en defensa de la atención médica primaria, a la que acudieron unas 200.000 personas, según la Delegación del Gobierno. De ser cierta esta cifra, se trataría de un profundo fracaso desde el punto de vista numérico en una comunidad que ronda los seis millones y medio de habitantes, concentrados prácticamente todos ellos en un radio de cincuenta kilómetros de la capital. Otra cosa es el fondo de la cuestión.

Al mismo tiempo, el ministro Bolaños acudió a un acto en Segovia del mismo porte en cuanto a finalidad, que no en lo que respecta al número de asistentes, en buena lógica. Porque, sépanlo ustedes, la atención primaria en particular y la sanitaria en general es un desastre en la Comunidad de Madrid y en Castilla y León. Por supuesto, funciona como un reloj y no existe ninguna falta de personal en otras comunidades como Aragón, La Rioja, Castilla-La Mancha, Canarias, Baleares, Aragón o Valencia, aunque en esta última pueda haber volado literalmente un hospital. En Andalucía y Galicia, la sanidad funciona que peor imposible, pero no irá a elecciones en mayo próximo y viajar hasta allí es más pesaroso que hacerlo a la maravillosa Segovia, además para nada.

Tampoco queda ninguna duda en que la sanidad de Madrid estaría impoluta de inconvenientes si el presidente fuese Gabilondo, o si fuese la señora García, lo que nos puede llevar a pensar que los madrileños se equivocaron gravemente hace poco más de un año cuando no les dieron su confianza para gobernar. O si el nuevo inquilino de Sol fuese Juan Lobato, a quien escuché muy atentamente en una televisión hace unos días recitar como un mantra que Madrid solo debe competir consigo misma y no con otras comunidades, cuando trataba de responder, de manera ciertamente farragosa y repetitiva, a la insistente pregunta de por qué este problema no se manifiesta en otros lugares de España que se encontraban peor que Madrid, según datos del mismo  Ministerio de Sanidad. Nada que ver con la consistencia y variedad en las respuestas a que nos acostumbró en su momento Tomás Gómez, aquel político socialista madrileño con quien podías estar de acuerdo o no pero que era un dechado de coherencia y solidez. A lo mejor por eso le cambiaron un día la cerradura del despacho. Creo sinceramente que, desde entonces, no existe PSOE en Madrid, si no, ¡de qué iba a ser la tercera fuerza política en la región!

Así que vayámonos preparándonos para una retahíla de manifestaciones, huelgas, broncas, intercambio de datos interesados y contradictorios, bulla y marabunta. Pero un consejo. Las huelgas las carga el diablo, y mucho más las que tienen que ver con la sanidad, actividad vital para el ser humano. Me atrevo a vaticinar que, si se producen huelgas, a partir del tercer o cuarto día, sean continuos o distribuidos, cada jornada en aumento se traducirá en miles de votos para la derecha, y el actual partido en el gobierno se acercará a la mayoría absoluta o la rebasará. La historia está llena de estos casos, y si quieren recordamos cómo lo dicho y hecho por algunos en las elecciones autonómicas andaluzas de junio pasado soplaron las velas de Moreno Bonilla hasta hacerle doblar el Cabo de Buena Esperanza.

En España, no solo en Madrid, hay cada vez menos médicos y personal sanitario en general, con respecto de la demanda que impone una población cada vez más avejentada. No hemos querido tener hijos, porque disturbaban nuestro hedonismo –con mi reconocimiento más sincero a quien no los ha tenido por otras causas-, y hemos configurado un mundo de Yupi en el que si estás tirado en una playa durante dos meses diciendo sandeces y exabruptos llegas a ganar en ese tiempo lo mismo que un neurocirujano o un doctor de medicina familiar en dos años. Con la diferencia de que para tirarte en la playa solo es necesario conocer al primo de alguien que conoce a alguien. Para ejercer una especialidad de medicina hay que estar un mínimo de diez años trabajando al ciento diez por cien, lo que te colapsa toda la juventud entre los 18 y los 30 años. Esto, aparte de que en la EBAU deben obtener una nota superior a los 13,80 sobre 14. De locos. ¿No es mejor tirarse en la playa?

Recuerdo con mucha nitidez cuando, a principios de los setenta pasados, pusieron en televisión durante algún tiempo la serie Centro Médico, maravillosamente interpretada por Chad Everett. Se trataba de las peripecias del doctor Gannon y su equipo en un centro sanitario estadounidense de altas prestaciones. La serie hizo un impacto enorme entre los jóvenes preuniversitarios del momento, aunque sería estúpido decir que las decenas de miles de estudiantes que se decantaron por la medicina, fuese por este detalle en particular. El médico en aquel entonces, sobre todo en ambiente rural, tenía una consideración casi divina, y unos emolumentos que le permitían vivir con cierto desahogo de su profesión. Por supuesto, no eran agredidos por no firmar una baja. En definitiva, muchos miles de estudiantes de medicina más y mucha senectud menos. La tormenta perfecta para la época dorada que ha vivido la medicina en España hasta hace unos años. Ahora se jubilará una gran masa de ellos y comenzará a hacer mucho frio en las consultas. De seguir así, y si no se toman medidas estructurales de profundo calado, en pocos años iremos a consulta y nos atenderá un o una influencer.

Pero, sería injusto olvidar otro factor que incide claramente en la falta de personal hipocrático de hoy día, como en otras profesiones tipo ingenierías, arquitectura, etc. La globalización. Nuestros jóvenes han perdido por completo el miedo a las barreras lingüísticas y climatológicas y buscan, sin nada que poder espetarles, otros lugares donde pueden tener un estipendio que llega al doble que lo que se le ofrece en estos lares, amén de una mayor continuidad si así lo desean. Sería bueno que el Ministerio de Sanidad diese cifras de cuántos de nuestro personal sanitario emigran buscando unas condiciones laborales más adecuadas a sus pretensiones, en lugar de atacar de manera vergonzosa a una de sus comunidades. ¿Imaginan ustedes a unos cabezas de familia poniendo a parir en un foro a alguno de sus hijos? ¿Y si la sanidad madrileña es tan deficiente como dice, porqué no le aporta más fondos si resulta que ya estamos en 1.5 billones de deuda pública, de manera que solo en el segundo trimestre de este año ha aumentado en 21.513 millones de euros? Es decir, más de ochenta mil millones para este año. Pero la culpa es exclusiva del gobierno de la Comunidad de Madrid.

Así que, prepárense a ver un larguísimo partido de tenis de mesa en cuanto a acusaciones y datos; y para ver cómo nuestro jóvenes médicos, ingenieros etc se siguen marchando al extranjero buscando mejores condiciones; y para contemplar cómo a nadie se le ocurre investigar soluciones de calado dirigidas a reorganizar los estudios por ejemplo de farmacia –las hay en todos los pueblos- de forma que puedan llevar a cabo atención médica primaria; o de enfermería, con la misma finalidad. Aquí, sería bueno hacer un símil y tener, respecto de la organización y ejecución del servicio sanitario, las mismas agallas de cambio buscando mejoras como las que se tuvieron en los tiempos de Miguel Servet y William Harvey respecto de Galeno en el campo teórico-experimental. Esto es muy serio. Medidas de calado, ya, aunque sea tarde.

Un no votante en Madrid, no adscrito a partidos políticos y que no espera nada de ellos, y no perteneciente al personal sanitario español que con tanto celo y dedicación mira por nuestro bienestar más básico y vital.

Jacinto Romero Peña

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