Las lágrimas de Irene Montero no me conmueven

"La señora Montero no es víctima de nada, salvo de sí misma. De su ignorancia, prepotencia, sectarismo, incultura, dogmatismo y de su comunismo atroz y casposo"

Yolanda Estrada
Yolanda Estrada PD

Que no nos engañen sus lágrimas impostadas desde la soberbia, la rabia y la prepotencia.

La señora Montero no es víctima de nada, salvo de sí misma. De su ignorancia, prepotencia, sectarismo, incultura, dogmatismo y de su comunismo atroz y casposo.

Y no es la única, por desgracia. Todos conocemos el ‘síndrome de la víctima’. ¿Usted, querido lector, no conoce a nadie? Estoy convencida que sí. Y todos coincidimos en el análisis: ¿Es víctima o verdugo? Perdón, verduga.

Pues eso. Montero sería esa persona, pero multiplicada por el exponente público de ser quién es, de intervenir donde lo hace y, lo peor, de ser la responsable de una ley aberrante y monstruosa apoyada por Pedro Sánchez, toda la ultraizquierda, todos los odiadores de España y Ciudadanos (Cs). ¡Ay, Inés! ¡Ay, Edmundo! ¿Pero a qué estáis jugando?

Volviendo a lo mollar de primera. Irene Montero no es una víctima y ni se le parece. Víctimas son las mujeres violadas que contemplan atónitas, indignadas y con enorme frustración, cómo sus agresores se benefician de rebajas en sus penas por obra y gracia de la señora Montero y Pedro Sánchez.

Víctimas son aquellos que han sufrido escraches, algunos incluso delante de sus hijos, cuando la izquierda vociferaba aquello del jarabe democrático o su curiosa forma de defender la libertad de expresión.

Ellos insultan, tú debes callar. Se creen que nos amedrantan. Comunismo.

Víctimas son las mujeres, los hombres y los niños que fueron asesinados por ETA, que fueron heridos, y sus familiares y amigos que aún hoy les siguen llorando. Sin embargo, la señora Montero no tiene ningún problema al pactar con el brazo político de ETA. ¡Asqueroso!

¿Por qué voy a sentir yo lástima de sus lágrimas?

Las lágrimas que a mi me conmueven son las de la mujer violada, las de la impotencia de quienes son acosados o calumniados ellos o sus familiares y las lágrimas de las víctimas de los asesinos de ETA.

¿Las de Irene Montero? Como que no me conmueven mucho.

Y no seré yo quien traiga a colación la famosa e histórica cita de la madre de Boadbil a su hijo, pero miren. Al pan, pan y al vino, vino.

De tanto degenerar el debate político por parte de populistas y ultras radicales, de tanto ir el cántaro a la fuente, al final el cántaro acabó roto. Y lloró.

Así que no. No me da pena. Que vaya llorada al Parlamento, como hacemos todos, sobre todo cuando ella no solo es la responsable de una aberrante ley, sino que ha sido corresponsable de agredir verbal e impunemente a sus adversarios, y ella callaba. ¿Pena? Ninguna.

Hace años que algunos “politicuchos” han traído las malas formas a los debates y han pasado de ser ejemplares, argumentales e incluso irónicos, a ser insultantes, calumniosos y demagógicos. Y eso entristece.

“Su mérito es haber estudiado a Pablo Iglesias”, honestamente me parece inapropiado y poco ejemplar, pero claro, me parece un “acto” infantil si lo comparo con todos los insultos, calumnias, difamaciones, ataques machistas e insinuaciones repugnantes que escuchamos en la Asamblea de Madrid contra Isabel Díaz Ayuso.

¿Los autores de todos estos improperios? Toda la gama de izquierdas. Hasta que la presidenta les espetó en una sesión plenaria, aquella frase histórica: “Cállense, está hablando una mujer”.

Todos conocemos el grado de acoso parlamentario y público que sufre la señora Díaz Ayuso desde 2019. Unos se callan e incluso lo aplauden y otros lo denunciamos y lo combatimos. Y ella, Ayuso, se enfrenta con valentía y coraje para frenar a esta bestia comunista.

Y Montero llorando. Y una vez más usan el “machismo” para justificar esas lágrimas dogmatizadas e ideológicas.
¡Hipócritas!

El presidente Alberto Núñez Feijóo afirmó que él no ha venido a insultar a nadie. Y así es. Todos sabemos quién insulta y quiénes son o somos insultados.

Los españoles no nos merecemos este nivel político y la política no se merece tremendos impostores de lo público. Y en esta selva, bendita sea la moderación del presidente Feijóo y la presidenta Ayuso.

Bendita su contención. Y bendita sea su firmeza y ejemplaridad.

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