Somos polvo, pero polvo de estrellas

Un mundo sin Dios

Polvo vivo que nunca muere sino que da la vida y se la lleva

Un mundo sin Dios

Desde un óptica superficial, viendo no solo lo que tenemos (o mejor dicho no tenemos), sino lo que nos espera, podríamos llegar a pensar que Dios no existe, pero difícilmente podríamos negar la existencia del diablo y sus secuaces;  porque para ello no hace falta fe, sino tan solo dotes de observación.

Caminamos sobre viejos cementerios olvidados, repletos de huesos de linajes de familias que hace años se extinguieron y nadie llora ya. Caminamos sobre las tumbas de poetas a los que nadie nunca leyó; de escultores a los que nadie quiso inmortalizar; de filósofos cuyo pensamiento nadie quiso publicar.

Clavamos nuestras raíces en el vivero del Mundo, mientras, contemplamos con indiferente frialdad, el suelo que un día reclamará nuestros despojos.

Pero qué más da que la tierra obtenga un poco más de nuestros cuerpos. Porque acaso ¿no eran pedazos de nuestro ser, el pelo y las uñas que nunca nos molestamos en enterrar, y que no recibieron más sepelio que aquél que un cubo de basura, burlonamente les pudo ofrendar?

¿Y qué diferencia hay entre el pelo y el corazón, o entre las uñas y los pulmones…? ¿Permitirnos estar más años aferrados al vivero, antes de terminar en una necrópolis? ¿Y para qué? ¿Para dar frutos que también habrán de desaparecer algún día?

¿Qué somos en realidad? ¿Qué nos diferencia de una flor o un roble? ¿Acaso el vivir más, o menos…? ¿El sentir? Y sentir, para qué, si al final terminaremos pudriéndonos igual.

¿Quiénes somos en realidad? ¿Acaso frutos del azar y la casualidad? ¿Hijos de la nada? O, peor aún, hijos de una reacción química llamada amor… concupiscencia… instinto de reproducción… Y de ser así, para qué tanto pensar; para qué tanto sufrimiento, si corremos nuestras vidas por un angosto pasillo, con más golpes y amargas caídas que dulces caricias, mientras intentamos construir nuestros sueños sobre un mundo de pesadilla.

Porque si luego no hay nada más, ¿qué locura sin sentido es esta? ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Qué cruel química me permite pensar, si nada puedo hacer para cambiar mi final?

Y si el alma no existe… qué soy yo, más que un amasijo de polvo y agua, que llora mientras su pecho busca –inconscientemente- el filo de una espada que abrazar, ante la perspectiva de un futuro en el que no tendremos nada, comeremos gusanos, y nos convencerán de que somos felices; y ¡ay! del que se atreva a negar que lo es.

Claro, salvo que estemos dotados de un espíritu inmortal que, a través de diferentes existencias, camina errante a la búsqueda de sus orígenes perdidos; a la búsqueda del  camino de regreso a casa; el retorno a aquel mundo sin dolor ni lágrimas del que una vez fuimos justamente expulsados por hacer alguna trastada.

“En el crepúsculo de la memoria volveremos a reunirnos, volveremos a hablar juntos, y cantaréis para mí un canto más profundo: y si vuestras manos vuelven a encontrarse en otro sueño, construiremos otra torre en el cielo.”  Kahlil Gibran.

«El espíritu es el que da vida, la carne no sirve para nada», [Juan, 6:63].

Somos polvo, pero polvo de estrellas. Polvo vivo que nunca muere sino que da la vida y se la lleva.

Polvo somos y en polvo nos convertiremos, lejos de esta maldita tierra de Caín, cuando regresemos a nuestro principio, más allá de donde duermen las estrellas.

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NOTA: A Dios lo siento, no lo pienso; y no porque tema que mi fe se tambalee si someto mis creencias al juicio de la razón, sino porque no me hace ninguna falta. Sin embargo hoy, y en atención a aquellos que no creen más que en aquello que pueden ver y tocar, he escrito las líneas que anteceden, en las que no someto a Dios al juicio de la razón, sino la razón al juicio de Dios.

Así, no pienses en Dios; piensa en ti. Piensa en el sentido de una vida sin Dios ni Más Allá, e intenta razonarla y encontrarle lógica en base al pensamiento puro. Prescinde de Dios y el diablo en la ecuación de la vida, y no entenderás nada de nada.

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Autor

Antonio Gil-Terrón Puchades

Antonio Gil-Terrón Puchades (Valencia 1954), poeta, articulista, y ensayista. En la década de los 90 fue columnista de opinión del diario LEVANTE, el periódico LAS PROVINCIAS, y crítico literario de la revista NIGHT. En 1994 le fue concedido el 1º Premio Nacional de Prensa Escrita “Círculo Ahumada”. Ha sido presidente durante más de diez años de la emisora “Inter Valencia Radio 97.7 FM”, y del grupo multimedia de la revista Economía 3. Tiene publicados ocho libros, y ha colaborado en seis. Actualmente escribe en Periodista Digital.

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