San Antonio Abad, el santo patrón de los animales y un servidor.
Aparte de ser el santo protector de los animales domésticos y de otros menos domésticos, como yo, es también conocido por la “especial dedicación” que le prestó el diablo, en forma de tentaciones y palizas surtidas. El óleo del pintor LovisCorinth que ilustra el artículo de hoy, hace referencia a las tentaciones con las que el demonio ponía, a dos por tres, en un brete al pobre San Antonio.
Mi pena es que, tras examinar cuidadosamente el conjunto del cuadro de Corinth “LAS TENTACIONES DE SAN ANTONIO”, me doy cuenta de lo lejos que estoy de alcanzar la santidad; estado que, por otra parte, ni merezco, pretendo, ni aspiro.
Aunque quién sabe…; tal vez cuando alcance la edad del San Antonio del cuadro (ya me falta menos), y la naturaleza y el tiempo hayan hecho su canalla labor de merma en mis ya amortizadas partes nobles, igual consigo el halo de santidad…, aunque lo dudo mucho. Al fin y al cabo, en la época de San Antonio Abad no existía la “Viagra”, por lo que los ancianos de antaño jugaban con ventaja a la hora de conseguir la dorada y beatífica aureola.
NOTA:
Por cierto, nunca he entendido qué mérito especial tienen las personas para que las feliciten cuando su nombre de pila coincide con el santo del día. Al fin y al cabo, ni somos santos (yo ni en pintura), ni elegimos el nombre que llevamos, aunque en mi caso es el que me gusta, a pesar que de un tiempo a esta parte ha sido motivo de burla global; no por el nombre en sí, sino por el sátrapa al que se lo asignan.