Las actuaciones de la llamada mayoría, no obedecen más que a una imitación en cadena de algo que nunca fue consensuado

En el país de los guarros, Porki es el rey (1º Parte)

Sino que fue fruto de la actuación de personas individuales, no necesariamente ejemplares

En el país de los guarros, Porki es el rey (1º Parte)

No ser masa, significa tener la suficiente personalidad y criterio, como para actuar exclusivamente en base a lo que nos dicta nuestra conciencia, pasando olímpicamente de lo que opinen o hagan otros.

Porque al final va y resulta que las diferentes actuaciones de esa llamada mayoría, no obedecen más que a una imitación en cadena, con efecto de bola de nieve, de algo que nunca fue consensuado, sino que fue fruto de la actuación de personas individuales, no necesariamente ejemplares. Y esto funciona así, independientemente de la bondad o maldad de la actuación concreta. Pondré un ejemplo.

Si observamos un parque urbano, de cualquier ciudad, en donde el verde esté cuidado, las zonas pavimentadas, limpias, y los muros que lo circunvalan, inmaculadamente pintados, veremos que las personas que por allí pasan, si tienen que tirar algo, lo harán siempre dentro de las papeleras habilitadas para esa función; y veremos cómo los fumadores, lejos de arrojar sus colillas al suelo, buscaran algún recipiente apropiado, o alguna boca de alcantarilla, para depositar allí los restos de su cigarrillo. A ese parque lo llamaremos “parque A”.

Ahora buscamos en la otra punta de la ciudad, un parque similar al anterior, al que llamaremos parque “B”. Ambos parques tienen idénticas características, no solo en cuanto a limpieza y dotación de mobiliario urbano, sino también en entorno social.

A continuación, vamos por la noche al parque “B”, y lo ´enguarramos´ a conciencia; bueno, mejor dicho, sin conciencia. O sea, sembramos el pavimento y el verde, con un buen surtido de papeles varios, cáscaras de pipas, colillas, chicles, latas vacía de cerveza, bolsas de plástico, un par de preservativos usados, y los envoltorios de cinco menús ´Mc-rata´.

También podemos dejar, para concluir la escenografía y dar un toque de glamour, los cantos mordisqueados de alguna pizza, con su correspondiente ´litrona´ de cerveza; vacía, por supuesto. Acto seguido, y para poner la guinda al porcino pastel, procedemos a pintarrajear con graffitis, muros, farolas, bancos y papeleras.

Si no queremos trabajar tanto para preparar el escenario del experimento, simplemente bastará con que convoquemos, a través de las redes sociales, un botellón asambleario; así nos garantizaremos que amén de las guarrerías antes mentadas, podamos disponer de un variado repertorio de meados, vómitos, y regurgitaciones solidarias (por aquello que el vómito suele producir, por simpatía, el mismo efecto que el bostezo).

Pues bien, al día siguiente, la civilizada conducta de los viandantes que pasen por la plaza A, no variará en absoluto, mientras que si observamos el comportamiento de aquellos que transiten por la plaza B, comprobaremos como ya nadie pierde el tiempo en buscar una papelera en la que depositar sus basurillas, sino que simplemente las arrojan directamente al suelo, o al césped; bueno, o a lo que quede de él.

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Autor

Antonio Gil-Terrón Puchades

Antonio Gil-Terrón Puchades (Valencia 1954), poeta, articulista, y ensayista. En la década de los 90 fue columnista de opinión del diario LEVANTE, el periódico LAS PROVINCIAS, y crítico literario de la revista NIGHT. En 1994 le fue concedido el 1º Premio Nacional de Prensa Escrita “Círculo Ahumada”. Ha sido presidente durante más de diez años de la emisora “Inter Valencia Radio 97.7 FM”, y del grupo multimedia de la revista Economía 3. Tiene publicados ocho libros, y ha colaborado en seis. Actualmente escribe en Periodista Digital.

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