Veletas y oportunistas

Los tránsfugas de la política

Dicen que hay que besar muchos sapos para encontrar al príncipe azul

Los tránsfugas de la política

«La mediocridad no conoce nada superior a sí mismo, pero el talento reconoce inmediatamente el genio», decía Arthur Conan Doyle.

En realidad, el talento acostumbra a venir solo y si se persigue lo más probable es que huya. Lo conveniente para conseguir a los mejores candidatos es construir un proyecto lo suficientemente atractivo para conquistarles. Por otra parte, no hay nada peor en política que un tránsfuga, aquel que pasa de una ideología a otra, movido más por el interés que por los ideales. El tránsfuga tiene mucho de antihéroe y se mueve por el instinto de supervivencia. Por consiguiente, si tiene que huir de un partido, huye. Y, en ese momento de clímax, poco le importan los compromisos adquiridos.

No sabemos si son buenos o malos, o simplemente piensan que hay que besar muchos sapos para encontrar al príncipe azul. ¿Serían considerados traidores si las circunstancias hubieran sido otras? Estamos en período de elecciones y ya sabemos ese dicho que dice a rio revuelto, ganancia de pescadores. Los ingleses lo llaman “to cross the floor” (cruzar el pasillo) y en español castizo “chaquetear”, cambiar de partido de forma interesada. Un ejemplo extremo fue Oscar Pérez Sólis, por pasar del comunismo al falangismo, en el siglo pasado. Sobrevuela también el de la vicealcaldesa de Madrid, Begoña Villacís (Ciudadanos) que “valora ser una corriente interna dentro del PP”. Vamos que va a hacer en breve un “crossing the floor”.

El oportunismo o la búsqueda de mejores opciones políticas no es algo nuevo. Uno de los tránsfugas más conocidos y destacados en nuestro país fue Francisco Fernández Ordóñez, utilizaba una argumentación muy convincente y graciosa porque decía que él nunca había variado su postura y mucho menos su ideología. Más bien todo lo contrario, los partidos en los que había militado habían cambiado y eso es lo que le hizo aterrizar en el PSOE. Fue ministro de Hacienda y Justicia con Adolfo Suárez y ministro de exteriores con Felipe González. De todas formas, se trata de una excepción ya que pocos son los tránsfugas que logran tener éxito, la mayoría pasa por los partidos sin pena ni gloria.

En la historia europea también tenemos a Joseph Fouché, duque de Otranto (1759-1820). Fue junto a Talleyrand uno de los políticos más reputados de su época en Francia. Sobrevivió sin pestañear, tal como dice su biógrafo Stefan Zweig «a la Convención, al Directorio, al Consulado, al Imperio, a la Restauración, a la vuelta de Napoleón de los 100 días y al Segundo Directorio hasta que finalmente Luis XVIII, le desterró». ¿Cómo lo consiguió? Además de su talento político en la sombra, por ser experto en la doblez y en cambiar de bando. También dejó muchos cadáveres por el camino por su zigzagueante trayectoria, personalidades como Danton, Robespierre, Barras o el propio Napoleón.

En resumen, casi todos los tránsfugas llevan en sus espaldas una vorágine de historias de traición y venganza. Lo demás es cuento.

Roxa Ortiz

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