“Te hablé del arco iris, mientras tú directamente ya lo habías pintado sobre el mar. Te hablé de sueños, mientras tú, mirando la Luna, simplemente comenzaste a bailar.
Y allí estabas sonriendo, ascendiendo, mientras yo sentado en el suelo, no paraba de hablar, explicándote cómo elevarte… Yo hablándote de alas, sin darme cuenta que hacía ya tiempo que habías comenzado a volar…”
Ahora, cuando desde la atalaya de los años contemplo en perspectiva mi vida, me doy cuenta de que todo lo mejor y peor que en las décadas siguientes me ha sucedido, fue sembrado en los ochenta, que sin duda fue la década que, para bien y para mal, cambió mi biografía; el desarrollo de una aventurera historia, de la que, aún con sus luces y sombras, hoy pocas cosas cambiaría.
Ahora, sin embargo, en los comienzos de la era de la Agenda 2030, sí que hay algo que cambiaría, y es de planeta, para vivir a años luz de distancia del líder supremo y su harén de inclusivas arpías. De esa cuadrilla de esos, esas, y eses, que sin el mínimo sentido del decoro, se dedican a organizarnos la vida, bajo la escusa de un bien común; sí, el de ellos ellas y elles, claro, que al final no es más que una nueva forma de tiranía; como las tiranías de toda la vida, pero mucho más hortera.