Cuento las horas que quedan hasta mañana para escuchar a Ramón Tamames Gómez en la Tribuna del Congreso de los Diputados.
Lo de menos es el resultado de la moción de censura contra Pedro Sánchez Pérez-Castejón porque la mejor reprobación será la que dicten las urnas dentro de poco. Lo importante es que los ciudadanos que quieran formarse una opinión propia escuchen la palabra de un sabio en activo, culto, curioso, viajado, de criterio independiente y con ego suficiente; de un librepensador, de un hacedor de la Transición, de un español de pies a cabeza que sirve a España con lealtad y fervor, esclareciendo algunos males de la patria y dirigiéndose a los paniaguados ágrafos y ninis que okupan casi la mitad de los escaños de lo que hasta hace poco fue lugar de encuentro, discusión y acuerdo, y ahora de gresca, traición a la Constitución, desaliño y golfería.
Tengo el privilegio de formar parte de un grupo de personas que recibe puntualmente un correo de Tamames para convocarme a un acto en el que participa, remitirme su último artículo o notificarme su penúltimo libro. Es un lujo. Y no por convocado, sino por enriquecerme con su conocimiento enciclopédico, su curiosidad sin límite, su saber escuchar, su fina ironía y su capacidad para descubrirnos interesantes perspectivas, además de ser un “miura”, como le ha definido Fernando Sánchez Dragó, “que una vez en el ruedo es imprevisible”.
Su parlamento ilustrará a los españoles que no tuvieron la fortuna de gozar y transmitir la brillantez de sus exposiciones y, como ha escrito Carlos Herrera, de “la picardía de tus pullas, de la sensatez histórica de cada una de tus reflexiones, de la mordacidad de tus críticas a tirios y troyanos, de las exploraciones documentadas de cada uno de tus viajes por el mundo, de tu decir milimétrico en el uso del español…”
Solo por esto, o mejor dicho, por todo esto, es por lo que tengo que dar las gracias a Tamames (y a Sánchez Dragó, por muñidor, y Santiago Abascal Conde, por aceptador y plasmador), porque la tribuna del Congreso será por unas horas crisol de verdades y de propuestas positivas para mejorar la España de todos y a sus ciudadanos, dichas sin obediencias debidas ni adhesiones inquebrantables a la tribu; sin insultos, sin ira, sin naderías, sin lenguaje excluyente ni woke por quien no aspira a más en su larga y fértil existencia que a que nos miremos al espejo, caigamos del burro y volvamos a la reconciliación, al pacto, al sentido común y a cancelar las trincheras bajo la “indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles”.
¿Qué contestará Sánchez o su mandado a las verdades del barquero de D. Ramón?, a un regeneracionista que conoció la cárcel en 1956 y que en 1976 siguió frecuentándola por luchar de verdad contra la dictadura. A un señor que defiende a grandes empresarios españoles como Juan Roig y Amancio Ortega porque generan riqueza y trabajo.
Porque Tamames sí me contestó en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas (RACMP) cuando le pregunté si iba a ser el candidato: “Para mí es un honor” dirigirme a los españoles desde tan histórica tribuna. Y para mí un orgullo escucharte, Ramón.
