WhatsApp: Con el culo al aire las 24 horas del día

Agenda 2030
Agenda 2030. PD

Tengo instalado el WhatsApp en el teléfono móvil que no utilizo, a pesar de ser bastante más moderno que mi viejo Nokia de diario; un antediluviano aparato, anterior a la revolución de los iPhone y los smartphone de los cataplines.

Pues bien, esta mañana intento enviar, vía WhatsApp, una imagen a un amigo, y mi smartphone que es más listo que inteligente, me dice que si deseo utilizar mi cuenta de WhatsApp tengo que actualizar el programa.

Le digo que acepto y pulso ´actualizar. Es entonces cuando veo que entre las condiciones que debo aceptar para que la actualización se lleve a cabo, hay una autorización al ´señor WhatsApp´ y su pm, para que éste pueda acceder cuando le dé la gana, a mi identidad real y dónde estoy en cada momento del día. Pero además, le debo de autorizar también, a que pueda meter sus narizotas en mi archivo personal de imágenes y vídeos, así como en mi archivo de sms. Para remate, me pide que le autorice a que pueda acceder, cuando le ´rote´,  a la cámara y el micro de mi teléfono.

Autorizar todo eso supone poner mi intimidad en manos de unos desconocidos, para que lo utilicen a su gusto, interés, o negocio; vaya usted a saber.

Pero lo más fuerte es que puedan utilizar a discreción la cámara y el micro de mi terminal. Y digo yo, para qué puñetas necesitan acceder a la cámara y micro de mi terminal telefónico… La verdad es que da que pensar mal… ¡pero que muy mal!

En otras palabras, con esas condiciones que nos obligan a aceptar si queremos poder utilizar el WhatsApp, presuntamente convertimos nuestras vidas, nuestro hogar, nuestra intimidad, en una sucursal de Gran Hermano; pero sin cobrar.

El único modo de evitar que conviertan tu vida en un “gran hermano”, sería quitando la batería al terminal. ¿Sencillo, no? Pues no, porque ´ellos´ que son muy listos, también han previsto esa posibilidad.

Así, a los actuales iPhone e iPad, o todos aquellos, que emplean el sistema Android (Samsung, Sony, Nokia, LG, Motorola, etc.), no es posible quitarles la batería, y ya anuncian que los nuevos modelos de, seguramente también llevarán batería, sin posibilidad de desconexión por parte del propietario, por lo que cualquier ciudadano con teléfono móvil, presuntamente podrá estar más controlado y espiado que un preso en una cárcel de alta seguridad. De hecho, todos aquellos que disponen de terminales con cámara y micro, a los que no se les puede quitar la batería, presuntamente ya lo están. ¡Acojonante!

¿A que sería un sinsentido el fabricar vehículos, automóviles y motocicletas, en los que la batería fuese inseparable del motor por estar soldada a él? No hace falta que contesten. Es simplemente una pregunta retórica.

De verdad, que no sé si todos nos hemos vuelto lelos, locos, o gilipollas. O posiblemente las tres cosas al tiempo, visto el descaro y la falta de disimulo con que nos chulean y nos meten mano.

El control existente hoy en día sobre los ciudadanos, es total. Lo que en su momento fue el sueño inalcanzable de personajes de la calaña de Hitler, Himmler, Stalin, o Beria, hoy en día es real y, para más inri, con la autorización voluntaria de las víctimas, rendidas y abiertas de piernas ante los avances tecnológicos del nuevo orden mundial que nos pastorea, ordeña, soba y retuerce las tetas, cuando y cuanto, le viene en gana.

Fuera de WhatsApp también hay vida; y posiblemente, más real y sana que la otra. Descúbrela.

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Autor

Antonio Gil-Terrón Puchades

Antonio Gil-Terrón Puchades (Valencia 1954), poeta, articulista, y ensayista. En la década de los 90 fue columnista de opinión del diario LEVANTE, el periódico LAS PROVINCIAS, y crítico literario de la revista NIGHT. En 1994 le fue concedido el 1º Premio Nacional de Prensa Escrita “Círculo Ahumada”. Ha sido presidente durante más de diez años de la emisora “Inter Valencia Radio 97.7 FM”, y del grupo multimedia de la revista Economía 3. Tiene publicados ocho libros, y ha colaborado en seis. Actualmente escribe en Periodista Digital.

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