No tuve el honor de conocer personalmente a don Amando de Miguel, que en paz descanse, pero siempre me pareció un auténtico intelectual, de una pieza, de los que dudan hasta de sus pensamientos, y los someten a debate, sin altanerías ni aires de superioridad, a los que, por su condición de prestigioso Catedrático de Universidad, podía aspirar.
Pero soy deudor de la lectura de algunos de sus libros, de sus amenas intervenciones en la Cope, en los tiempos de César Vidal y Federico Jiménez Losantos, y de la lectura, estudio y meditación de cientos, posiblemente miles, de artículos publicados aquí y allá, pues don amando se prodigaba en los medios, y creo que en la mayoría de los casos, gratis et amore.
Sufrí con él cuando supe que uno de sus hijos había sido captado t por una secta, siendo menor de edad, y sufrir toda clase de abusos…
También cuando explicó públicamente sus apuros económicos, por la adquisición de una mastodóntica casa, que fagocitaba toda su pensión.
No pidió ayuda a nadie, al menos que yo sepa, como el viejo hidalgo castellano que era: “en mi hambre mando yo”, pero me dio mucha pena que una persona de su categoría personal e intelectual confesase que “sólo podía comer un bistec” cuando algún amigo le invitaba a almorzar.
Pero siempre siguió al pie del cañón, diciendo las verdades…que nadie quería oír, pues los españoles somos expertos en escuchar solo lo que nos interesa. Y así nos va.
Durante años le oía por la noche en la Cope, y recuerdo una frase, que no sé si luego escribió negro sobre blanco, que era realmente premonitoria:
“Cataluña y el País vasco no quieren realmente la independencia.
Lo que realmente quieren es una independencia subvencionada”.
Escribo de memoria, pero recuerdo la expresión con toda nitidez.
Para don Amando, y no le faltaba razón, ambas regiones viven muy bien en España, a costa de todos los demás españoles…
No sólo no quieren apechugar con su profundo déficit, y “exigen” que lo paguemos los demás españoles, sino que quieren quedarse con el ciento por ciento de los impuestos que allí se recaudan, para poder malgastarlos a su gusto.
Y que el estado español asuma una serie de prestaciones y servicios, por supuesto con cargo a nuestros impuestos, no a los suyos.
En otras palabras, “una independencia subvencionada”.
Como la del hijo mayor de edad, malcriado y consentido, que se va de casa, pero “exige” que los progenitores le paguen el alquiler y hasta la empleada del hogar.
En estos casos creo que hay que decirles: “Váyase usted, pero con todas las consecuencias”.
Y, por supuesto, pague la parte alícuota de la deuda pública existente en nuestra Patria.
Descanse en la paz de Dios don Amando de Miguel, que según leo, en los últimos años de su vida recuperó la fe y la esperanza.
Me alegro mucho.