Si por una vez nos dejamos de ´antropomorfismos´, y vemos a la muerte tan sólo como un estado de tránsito, como un estar y no como un ser, como un ente, entonces es cuando realmente comenzaremos a vivir.
Claro que para ello nuestras vidas deberán haber adquirido el justo equilibrio entre la espiritualidad y la materia.
Somos lo que somos y no lo que desearíamos ser.
Somos espíritus eternos que habitamos temporalmente una cárcel terrena, encadenados a un cuerpo que mortifica nuestros viejos pecados, pero que al tiempo se nos presenta como una oportunidad de enmienda, si realmente somos capaces de entender de dónde venimos, dónde estamos, y hacia dónde caminamos.
Será tan sólo el materialismo, la venda que nos cegará y nos impedirá vislumbrar nuestra auténtica misión, al vivir año tras año envueltos en tinieblas, al tiempo que esa oscuridad espiritual nos hará sentir un atávico terror a la muerte corporal.
La pieza «E LUCEVAN LE STELLE», perteneciente a la ópera «Tosca» de GIACOMO PUCCINI, conocida por el nombre de «El adiós a la vida».
En ella se recoge una visión trágica de la muerte, inundada de romanticismo decimonónico, que acaba transformándose en un desgarrado canto a la vida. He aquí el fragmento «E LUCEVAN LE STELLE» [“Y brillaban las estrellas”]: