Y llegaron las luces navideñas, en un derroche de voltios, color y fantasía, rayano lo hortera. Y es que donde yo habito, bajo alcaldía del PP, el diseño de las lucecitas y las figuras que conforman las luminarias, podrían valer perfectamente, por su laicismo radical ´made in Agenda 2030´, para alumbrar una convención de borrachos poco anónimos, dando brincos en una estación de esquí de 3ª.
Ni una mala referencia a lo que se festeja estos días, y que en teoría justifica, o debería justificar, tal dispendio de energía eléctrica.
Nada que aluda a la fiesta cristiana de la Navidad y lo que en ella se festeja.
Posiblemente a la hora de elegir el diseño de las banderolas luminosas, se ha tenido mucho cuidado en no herir sensibilidades, como por ejemplo las de los ´negacionistas del jamón´.
En palabras de José María Vigil, en ´Religión Digital´: «La tensión entre la navidad cristiana y la imaginería de Santa Claus, encontraba una vía de superación en la eliminación de ambas líneas: ni el Niño Jesús, ni Santa Claus; ni renos, ni angelitos; sólo motivos abstractos, geométricos, sin texto, sin palabras».