Qué difícil es que no pueda existir Paz en Navidad, cuando la celebras acompañado del Niño Jesús, con discreta sobriedad, junto a Soledad, la fiel amante que siempre se queda, cuando todos se van, y te acompaña en silencio, mientras repasas mentalmente las Navidades que has vivido; esas que, al igual que las golondrinas de Bécquer, ya no volverán.
Hace años, emulando el chiste del paralítico de Lourdes que se le escurre a la enfermera, y va en su sillita, pendiente abajo rumbo al precipicio, solíamos decir los valencianos, ´Mare de Deu, que em quede cóm estic´, (´Madre de Dios, que me quede como estoy´). Hoy ya no estoy tan seguro de ello. De hecho, he comenzado a ver el precipicio, no como un final, sino como una meta que hay que traspasar, antes de alcanzar la verdadera libertad.
En cualquier caso, y con permiso de la Agenda 2030, os deseo ¡Feliz Navidad!, o, como decimos los valencianos, ¡Bon Nadal! Hoy aún puedo hacerlo.
El año que viene no sé si será delito difundir felicitaciones con connotaciones cristianas, que puedan ofender la sensibilidad de ´los negacionistas del jamón´, ´sobacos morados´, e ´inclusives varies´. Amén de herir la sensibilidad del cada vez más crecido y vanidoso, faraón; claro.
Igual él año que viene hay que ´CELEBRAR LA SANCHIDAD´.
Se imaginan oír por la calle, ¡FELIZ SANCHIDAD! Por falta de ´paguitas´, subvenciones, y voluntariosos ´pagafantas´, no será.
En fin, tal vez no nos volvamos a ver en esta vida, pero estoy seguro que, como reza la canción, nos volveremos a encontrar otra vez.

