Mentiría si dijera que presté mucha atención al discurso pronunciado por el rey con motivo de la Navidad. Bueno, en realidad no le preste ninguna, porque no lo escuche. Y no porque un servidor no sea monárquico, que lo soy hasta los tuétanos; pero de Cristo Rey. Y si me apuran, también un poco, (y solo por estas fechas), de los Reyes Magos; y punto pelota.
Sin embargo, ni tan siquiera el muro de aislamiento que rodea mi ermitaña y frugal existencia, ha conseguido silenciar completamente, las entusiastas reacciones, a favor y contra, que dicha alocución ha desencadenado. Así que al final, y a trozos, poco a poco me he ido enterando de la película. Veamos.
Por lo que he oído no veo causa alguna que justifique la valentía que algunos le han achacado al rey; ni tampoco que sus palabras puedan ser criticables, tal y como han escupido los ´expertos´ de la siniestra mediática.
Todo lo que se afirma en el discurso, es una obviedad, y como tal, obviamente sin fisuras.
Que la Constitución obliga y hay que cumplirla, es algo que hasta un tonto como yo sabe. Otro caso diferente es que el rey, al hilo de los últimos acontecimientos que sacuden España, hubiese entrado a puntualizar qué es constitucional y qué no lo es. Pero no es esa su facultad, ni función.
Será caso de duda, el Tribunal Constitucional, convocado y orquestado por su presidente, quien dirima qué es constitucional y qué no lo es; por ejemplo, la amnistía. Así que llegados a este punto, y para aclararnos, lo que habría que preguntar es de quien depende el presidente del Tribunal Constitucional. ¡Sí! ¿De quién depende?! Pues eso.
Metan en una coctelera, cuál era el anterior cargo que ocupaba el actual presidente de TC, y añadanle la famosa entrevista donde Su Sanchidad, pasó de ser entrevistado, a convertirse en entrevistador ante un balbuceante y acojonado, periodista. Métanlo todo junto, y agítenlo despacio.
Y es que el felón, que es muy listo, nunca da puntada sin hilo; amén de ir siempre un pasito por delante.
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