José Luis Rodríguez Zapatero nos dejó dos regalos envenenados al término de sus siete años y ocho meses de presidente del Gobierno: la Ley de Memoria Histórica y la derogación del Plan Hidrológico Nacional (PHN) puesto a punto por el catalán Josep Borrell Fontelles, un gran español.
Con la Ley de Memoria Histórica, signada por ese “principio orwelliano de controlar el pasado desde el presente”, volvió a cavar trincheras para resucitar las dos Españas, enterradas de común acuerdo y en paz en la Transición, tras perdonar y olvidar en la Constitución de 1978. Su sucesor en el PSOE y en la jefatura del Consejo de Ministros, Pedro Sánchez Pérez-Castejón, constructor de muros y hacedor de su necesidad virtud, la ha transformado en Ley de Memoria Democrática (memoria con colores), y a los que con Franco llamaron rojos por no ser franquistas ahora Sánchez les llama fachas por no ser sanchistas.
Y con la derogación del Plan Hidrológico Nacional (PHN) el Ebro dejó de ser ese río que estudiábamos en el buen Bachillerato y que decía: “El Ebro es el río más caudaloso de España. Nace en Fontibre, cerca de Reinosa, y atraviesa las provincias de Santander, Palencia, Burgos, Álava, Logroño, Navarra, Zaragoza, Huesca, Lérida y Tarragona, donde desemboca en Tortosa”. Vierte cada año al Mediterráneo una media de 9.240 hectómetros cúbicos y pasó a ser catalán por decisión del independentista Jordi Pujol i Soley, cuando declaró: “Del agua de Cataluña ni una gota para España” porque el PHN contemplaba trasvasar desde poco antes del delta hacia las cuencas del Levante y del Sur, además de hacia Barcelona. Ahora, con la mayor sequía conocida en Cataluña y en parte de Andalucía, para cuya solución bastarían 6.000 hectómetros cúbicos de esos 9.240 que llegan al mar, el gobierno secesionista de la primera invoca la solidaridad entre españoles para recibir agua de otras partes de España y atender las necesidades más primarias: el agua de boca y el agua para la ganadería, la agricultura y la industria. Y eso después de haberse opuesto a los trasvases, de haber exigido el fin del PHN y de que una vicepresidenta y ministra de Medio Ambiente haya estigmatizado las interconexiones y los pantanos, y derribado con alegría y en nombre del falso e ignorante discurso climático decenas de represas y diques fluviales, mientras la mitad de España veía disminuir sus reservas y agostarse el campo.
España tiene agua de sobra, pero hay que saber aprovecharla, según los profundos estudios de Luis del Rivero, ingeniero de caminos, canales y puertos. Entre los diez primeros países de Europa por agua de lluvia, España es el segundo en el que caen más hectómetros cúbicos (HM3): 346.500, solo superada por Francia (500.800) y por delante de Suecia (342.200), Alemania (278.000), Italia (241.100), Polonia (194.000), Bulgaria (72.600), República Checa (54.700), Dinamarca (38.500) y Bélgica (28.900). Si se tienen en cuenta las hectáreas útiles para la agricultura en estos países, añade el ex presidente del Grupo Sacyr Vallehermoso, Francia tiene 27 millones; España, 17; Alemania, 16,9, e Italia, 12,5 millones. Si consideramos la población, Alemania sobresale con 84,5 millones de habitantes; Francia, 68,8; Italia, 58,8, y España, 47,6. En consecuencia, el agua que llueve por habitante en cada uno de estos países es la siguiente: España, 7.294 metros cúbicos por habitante; Francia, 7.279; Italia, 4.100, y Alemania, 3.278 metros cúbicos. Y si tenemos en cuenta los metros cúbicos caídos del cielo por hectárea útil para agricultura en estos cuatro países, constatamos que en Francia son 20.400 metros cúbicos por hectárea; en España, 20.382; en Italia, 19.288, y en Alemania, 16.450 metros cúbicos por hectárea. Esto hace a España la mejor de Europa para aquellos usos en los cuales el agua es insustituible: agricultura de regadío y ganadería, lo que implica alimentación. Con estos y otros datos irrefutables, Del Rivero asevera en Theobjective: ”La solución consiste en emplear 30.000 hm3 de agua al año más en regadíos y basar el sistema energético en fuentes propias (en las que también somos afortunados) como sol, viento, nuclear y agua” (hulla blanca).
Ahora que tocan medidas urgentes e improvisadas y como el agua de España es propiedad de todos los españoles porque todas las presas que hay se han construido con nuestro dinero, aunque en varias partes se hayan creado falsos secesionistas para vivir de la mamandurria y del alpiste que les dan, el resto de españoles se prepara para socorrer a catalanes y andaluces, tan españoles los primeros como los segundos, trasladando agua desde la Comunidad Valenciana a la Comunidad Catalana y desde la Comunidad Murciana a la Comunidad Andaluza. Es como tiene que ser, ahora y siempre.
Mientras se hace frente a esta emergencia, convendría que alguna política de peso y con dos dedos de frente, que la hay, piense en el futuro de España, en sus necesidades hídricas más básicas, estudie el incontrovertible y exhaustivo estudio de Del Rivero, presente un modelo de PHN, establezca los acuerdos pertinentes para llevarlo a cabo y lo ejecute con constancia, eficacia y sin interrupciones para resolver un problema que se comenzó a pensar hace 100 años y que gracias a la II República, al franquismo y a los primeros años de la vigente Constitución, hay mucho construido y líquido elemento vital para el progreso y la convivencia. Disponemos de 56.000 hm3 de embalses, que, dada nuestra orografía, tienen importantes diferencias de cota y la hacen perfectamente dotada para la acumulación de energía a través de las centrales de bombeo puro o reversible, como el de Alsa, y acuíferos subterráneos estimados en 350.000 hm3, de los que podrían extraerse 15.000 hm3 anuales sin alterar su estado cuantitativo y cualitativo.
Los ingenieros Benjumea, Lorenzo Pardo, Del Río, Sánchez Cuervo, Clemente Sáez, Peña Boeuf, Couchoud, Pliego y Benet, entre otros, amantes de su patria y libres de prejuicios ideológicos, diseñaron y realizaron las grandes obras hidráulicas actuales. Qué no harían ahora que tenemos energías limpias y no contaminantes como la nuclear, la eólica, la solar (fotovoltaica y termosolar), la maremotérmica, y una eficiente y crecedera red eléctrica nacional de media y alta tensión. Enterremos el cainismo y, como en la Transición, acabemos con las guerras por el agua y solucionemos de una vez su reparto entre todos los españoles, incluidos los que no quieren serlo.