Cuerpo desnudo al alba, trémulo de amor perdido, encogido sobre la cama, sin esperar ya nada más que el comienzo de otra mañana.
Y al caer el día, otra noche y otra madrugada; y otra vez con el cuerpo desnudo, el culo contra la pared, la mirada de reojo, y abrazado a la almohada, saboreando sorbo a sorbo el doliente vino de la desesperanza; brindando con lágrimas en los ojos por todos aquellos sueños que tan solo fueron eso, sueños; ensoñaciones de un pardillo; de un alma, hoy muy cabreada.
Bueno, a lo mejor a partir de ahora, siempre nos quedará París.