2020 ha sido el año de máxima corrupción, incluyendo el “totalitarismo democrático”, de la historia de Occidente. La parte positiva ha sido el aumento de la disidencia y la cantidad de información sobre la corrupción histórica y la actual que nos ha llevado a la decadencia (cada día se vive peor).
Rockefeller, desde su imperio del petróleo, junto con el magnate del acero Carnegie, crearon la actual enseñanza universitaria de la medicina y la industria farmacéutica, cambiando las reglas de la medicina. Los principales informes científicos les eran desfavorables, destacando el Informe Fitzgerald (1953). A pesar del demoledor informe, Rockefeller y Carnegie, mediante el premio (sobornos) y el castigo (coacciones severas), destruyeron la medicina tradicional, imponiendo una medicina y una pseudo ciencia dominada por su industria farmacéutica. Esta industria farmacéutica a menudo se la llama “Big Pharma”, por su gigantesca dimensión y farmafia, por sus prácticas mafiosas y porque tiene como objetivo crear enfermos crónicos, pero sin llegar a matarlos para maximizar los beneficios.
Desde hace décadas se dice que sobra gente en el planeta y los conspirativos afirman que una élite globalista quieren diezmar la población para proteger el planeta y detener el cambio climático. Incluso afirman que las inyecciones COVID-19 se han utilizado con esta finalidad. En 2022 la Corte Suprema del estado de Nueva York sentenció que estas inyecciones no impiden que una persona contraiga o transmita la COVID-19. En 2024 Pfizer retiró su “vacuna” por los graves efectos adversos y porque no protegía de la COVID-19.
La Farmafia ha conseguido perjudicar el sistema inmune de los inyectados, asegurando un gran crecimiento de su negocio que tendremos que pagar todos.
Las inyecciones COVID-19, enfrentaron las presuntas intenciones de reducción de la población con el interés farmacéutico de crear enfermos crónicos, pero sin matarlos. La metamafia globalista volverá a declarar dudosas pandemias, pero no es probable que la farmafia colabore en más genocidios, aunque cabe esperar que sigan colaborando el personal sanitario, los medios y los pseudo científicos.
Es difícil de comprender que la gente hiciera caso a la metamafia institucional porque dice que no confía en ella, pero entonces… ¿cómo es posible que las masas creyeran a la metamafia y se asustaran por la pandemia o que se confinaran y más increible aún que se inyectaran terapias génicas experimentales? El grado de idiotización es mucho más alto del que se cree y eso sí que debe asustarnos y hacernos reaccionar.
La farsa COVID ha servido para que millones de personas supieran lo que es el negocio científico, el médico, el farmacéutico, el universitario, el mediático y el de la metamafia política.
En el futuro, tal vez los intereses de la farmafia nos protejan de los intereses de los psicópatas que nos gobiernan.
