En la desesperanza quisiera que mi abrazo tuviera alas, para que llegando hasta aquel desdichado ser, más sombra que alma, pudiera sembrar sueños allí donde ya no queda nada, más que el sórdido vacío de una persona destrozada.
Un abrazo que pueda transmitir lo que ya no pueden las gastadas palabras: ganas de vivir y luz en la mirada.