Y cuando el frío viento te cale los huesos, y las sombras más funestas te hielen el alma, (si es que los sátrapas tienen alma), no temas; ten calma.
Tan solo cierra los ojos, no te denigres más, y calla.
Y cuando ´el oso´ de la litera de abajo, te abrace y veas como tu corazón se para, no te resistas; relaja las nalgas, porque es preciso que sientas su enorme miembro, antes de descubrir que la cárcel no es más que el despertar en un nuevo mañana, sin desayuno continental, lacayos ni ordenanzas.
El renacer en un mundo sin vaselina, regido por el dolor y las lágrimas, y donde el relato, risas aparte, no vale para nada.