¿Qué dejo…? ¿Qué me llevo…?
¿Acaso un montón de libros viejos?
Cuántas veces me habré hecho esas preguntas.
Tal vez sea porque cuando llegue el momento de hacerlas, ya no me quede más tiempo.
No sé qué me llevaré, pero sí sé qué es lo que deseo.
Deseo en el momento de mi partida, poder llevar una humilde mochila repleta de sueños.
Porque los sueños no pesan, y en las frías noches camino del Cielo o el Infierno, acompañan como acompaña la lumbre en la oscuridad del invierno.
Y dejar como postrero testamento, cuatro versos; cuatro versos y una cuartilla, pidiendo que cuando llegue el momento, nadie llore por mí, aunque seguramente yo esté llorando por dentro.