Qué es ´el bien común´, más que un juego de palabras pomposamente huecas que sirve de excusa para pisotear una y otra vez, las libertades individuales de la persona.
Pero para que esto sea posible sin resistencia, sin oposición, para que la ciudadanía renuncie voluntariamente a sus derechos individuales más fundamentales, hace falta que exista un estado de miedo generalizado. Y este miedo podrá ser real y justificado, o bien (mejor dicho, mal) creado y ´guisado´ artificialmente a conveniencia, en las cocinas del poder.
El miedo y su planificada utilización, es el arma populista del siglo XXI, que va a permitir al Nuevo Orden la implantación de la dictadura progresista del ´bien común´ . Una dictadura que una vez instaurada (gracias a la memocracia), y con todos los medios de comunicación y desinformación ´engrasados´, no nos la vamos a quitar de encima ni fregando con salfumán.
Una dictadura populista y demagógica que tildará de fascista a todo aquel que no se ponga a cuatro patas mirando a Cuenca.
Una dictadura en la que, como siempre, mandará una élite endogámica y nepotista; una casta de descastados cuyos intereses poco tendrán que ver con el cacareado ´bien común´ …. El bien común, esa entelequia política que igual vale para un roto que para un descosido. En nuestro caso, más que roto, desgarrado, por mucho que nos unten el culo con la vaselina del miedo.
Pero para que el pueblo no se rebele, antes hay que castrarlo, eliminando a los toros de la ecuación, creando una mansa sociedad de bueyes y vacas. ¿Cómo? Muy sencillo. Extirpando, mediante castración psicológica y social, la hormona de la testosterona; ridiculizando, cuando no criminalizando, sus efectos.
Es decir, ´capando´ el temperamento de los que, por genética, son los portadores naturales de dicha hormona. Paso previo e imprescindible, antes de diluirlos en un edulcorado y avieso, mar de colorines y mariposas.
Muerto el perro se acabó la rabia.
En nuestro caso, la revolución frente a la tiranía y sus macarras.