NOS TOMAN POR IMBÉCILES

Romance de Mamá Naturaleza

Luis XIII… y medio

Políticos, burócratas, corrupción, Gran Hermano
Políticos, burócratas, corrupción, Gran Hermano. PD

Si los escorpiones pican,

no lo hacen a mala idea;

es que se lo pide el cuerpo

sin que resistirse puedan;

ellos, sueltan su veneno,

salga el Sol por Antequera;

los toros bravos, embisten

llevados de su fiereza;

los tiburones, devoran

cualquier pez que tengan cerca,

de los buitres, la carroña,

es, por completo, su dieta

y así, sucesivamente,

los animales que pueblan,

sin que se escape una especie,

cualquier rincón del planeta,

obedecen a su instinto,

cada cual a su manera,

fuera de su voluntad,

y, aún, por encima de ella.

Son esas, normas del juego;

así es la Naturaleza.

Tampoco el hombre se escapa

a tan implacable regla.

Ahora bien, en nuestro caso,

por racionales, o sea,

capaces de discurrir

lo que mejor nos convenga,

no siempre procederemos

sólo por instinto, a ciegas;

acertaremos a veces,

y otras, mejor nos valiera

funcionar a piñón fijo

y dejarnos de ocurrencias.

Todo esto tiene un matiz,

por aquí viene el problema:

una inmensa mayoría

de nosotros, se sujeta

a su feliz condición

de racionales y opera

tras de sopesar los datos,

según mejor nos parezca.

Por desgracia, hay excepciones

nos amargan la existencia:

cuando alguien entra en política

tal por magia pareciera

se negará a discurrir

poniéndose por montera,

Leyes y buenas costumbres,

no digamos su conciencia,

pues cuando llegan a un cargo

es raro el que no la pierda.

Un instinto les atrapa,

la buena intención se ausenta,

ya no atienden a razones,

los argumentos no cuentan;

embisten, no como toros,

sino que, mucho más fieras,

arrollan sin compasión

cuánto freno supusiera

a su codicia infinita

de Poder y de opulencia.

Con su implacable egoísmo

lo que rozan, envenenan;

peor que los escorpiones

puesto que aquéllos no piensan

en la muerte que provocan;

actúan por obediencia;

el político, al contrario,

cuando en nosotros se ceba,

no sólo disfruta, y mucho,

sino que se regodea

en todo el daño que causa

que, naturalmente, niega,

pues, como experto en mentir,

no hay verdad que no retuerza.

Los voraces tiburones,

en aprendices, se quedan:

éstos, les dejan chiquitos;

de avaricia, el saco llenan,

y, al que pillan, lo destrozan;

sus mandíbulas aprietan

y hasta que ya no respira

jamás soltarán su presa.

En la carroña, es distinto,

que de ella no se alimentan,

sino exquisitos manjares

a la boca, bien se llevan;

con los buitres más voraces

es grande la diferencia:

si esas aves, la devoran,

ellos, tras de sí, la dejan

pues pudren la democracia

hasta tiranía hacerla

y pudren, con el engaño,

cualquier rastro de decencia.

De modo que viene a pelo

la oportuna moraleja:

Si no logras ver los cuernos,

a las aves carroñeras,

los insaciables escualos

o el veneno que te acecha,

eres tan perjudicial

por cómplice que tolera

ataques y más ataques

disfrazados de excelencias.

El que toma al escorpión

por gusanillo de seda,

a los implacables buitres

por palomas mensajeras,

al tiburón por sardina

toro, por vaca lechera,

terminará confundido

también en lo que respecta

a todo lo que le pase

(bien merecido lo tenga)

El que cree ser más rico

cuánto más en la pobreza;

más dotado de derechos

cuán más, contra ellos, atentan;

más feliz aunque le dejen

sin esperanza siquiera;

que, malvivir cuesta abajo,

por progresismo lo viera,

y todo lo dan por bueno

con tal que la ultraderecha

tenga del todo imposible

aparecer en escena…

allá él, si tales desmanes

a vivir mejor, prefiera.

Pero ¿qué culpa tendrá

la gente que se da cuenta?
Mejor, estos animales

del instinto se sirvieran

y para otros menesteres

utilizaran cabeza;

pues mejor peinada iría,

la que, por dentro, está hueca

y dejaran el pensar

para la gente que piensa.

Durarían los políticos,

que hoy dan asco, rabia y pena,

lo que dura un caramelo

a la puerta de una escuela.

Amigos, siento decirlo,

no espero, caiga esa breva;

negro y negro más que oscuro,

el porvenir que le espera

entre pared de la mafia

y espada que no se entera,

a esta España, cada vez,

más hundida en la miseria.

Definitivo apagón

sufriremos a la vuelta

de no demasiados años

en lo que a la convivencia

se refiere, de esta gente,

cada vez más prisionera.

Los otros, los de la luz,

en manos de estas lumbreras,

ya pueden hacer acopio

de transistores y velas,

olvidarse de ascensores,

subir por las escaleras

y, por si acaso, comprar

una cocina de leña,

un brasero de carbón

y de agua, tener reserva;

además de cantidades

industriales de conservas

y kilos de vitaminas

para paliar las carencias

pues que frutas y verduras

brillarían por su ausencia,

porque peligro corremos

de sufrirlos por docenas,

pues acabo de escuchar

que jamás esta tragedia

se repetirá en España

pues el Gobierno está alerta

y ya ha tomado medidas

a que, otro, se repitiera.

¿Promulgarán una Ley

(su ignorancia es manifiesta)

en que se obligue a los voltios

a rendirles obediencia?

Recuerden lo del volcán,

la inundación de Valencia,

y pierdan toda esperanza

de que den una a derechas.

 

Luis XIII… y medio

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