Vaya claro y por delante
que yo no creo en milagros
por más que sea el rumor
cada vez más propagado.
Pues dicen, parece ser,
que en plena Tierra de Campos,
a la vera de una gruta,
entre retamas y cardos,
fuese que dos pastorcillos
que allí pasaban el rato
cuidaban, junto a dos perros,
de un medianejo rebaño,
vieron de pronto una luz
de brillo, casi un relámpago;
después, brotaba humareda
de la mitad de un peñasco;
rodeaba la figura
de contornos más que vagos,
un hombre, eso era seguro,
que les sonreía a ambos
con la mejor intención
de lograr tranquilizarlos
pues aquellos dos chiquillos
temblaban de puro espanto.
De todos es bien sabido
que es costumbre, en estos casos,
que el aparecido traiga,
por los cielos enviado,
un mensaje que prevenga
de algún desastre cercano.
También suele suceder
que elijan para escucharlo
a jóvenes, más bien simples,
cuando sería más práctico
aparecerse a personas
de criterio más formado;
pero, en fin, sabrán los cielos
de las cosas de aquí abajo
más que los simples mortales
aunque no las comprendamos.
Al punto, los dos pastores
cada vez más asombrados
inclinaron la cabeza;
sumisos y, arrodillados,
se aprestaron a escuchar
la voz del recién llegado.
No es difícil comprender
poco hechos a recados,
para ellos era el primero,
desde los cielos, llegado,
no tomaran buena nota
y a la memoria fiaron.
De modo que, al regresar,
tras el prodigio acabado
a voz en grito los dos
de la siesta despertaron
a toda la población
que, el primer susto, pasado
los acribilló a preguntas
que, encima, más los turbaron.
Donde uno decía “negro”
el otro, afirmaba “blanco”
cada vez, uno y el otro
más iban tartamudeando
pues, cada vez más nerviosos,
más se iban trabucando.
Debemos reconocer
por esta vez no han estado
los cielos, lo que se dice,
demasiado afortunados.
O tal vez, lo que buscaban
fuera, por así obligados
a intentar con mucho esfuerzo
dar con su significado,
mejor en nuestro caletre
quedara todo fijado.
Pues bien, sea como fuere,
de todos, se puso al mando
quien por oficio pudiera
de dudas poder sacarlos.
Así, empezara a aclararse
a través de Don Mariano,
que ese tenía por nombre
quien del pueblo era su párroco;
les echó dos bendiciones
tres padrenuestros y un salmo
hasta que a los dos chiquillos
lograra un tanto calmarlos.
Ni aún así se consiguió
por mucho que lo intentaron
que se pusieran de acuerdo
los confundidos muchachos
a la hora de relatar
no porque fuera olvidado
el mensaje, que los dos,
tenían muy bien grabado.
Finalmente, los más viejos
ciertas dudas disiparon;
la primera, conseguir
que fuera identificado
misterioso aparecido
que tan mal se había explicado.
El recuerdo que tenían
pues eran los más ancianos,
de los sellos y monedas
y de los No-Dos de antaño,
los llevó a la conclusión
sin duda, que por extraño
que pareciera el asunto
era el tal ¡Francisco Franco!
Ahora se entiende mejor
por qué los Telediarios
no nos dieron la noticia
pues que fueron obligados
a callarse como furcias
(y están más que acostumbrados)
Más todavía, si cabe,
porque si consideramos,
las muy escasas palabras
que, al final, claras quedaron,
intentaran, como fuera,
que jamás nos enteráramos.
Por fortuna, todavía
no todos somos esclavos
de su opresión que, creciente,
quiere en la ignorancia ahogarnos.
Quedan las redes sociales
y esas, bien que divulgaron
ajenas a la censura
el mensaje entrecortado
traído por el difunto
Caudillo, cuarenta años:
fueron “fiscal”, “santa esposa”
“Tribunal”, “bulos y fango”
seguía “totalitarios”
más estas dos “la cagamos”;
no se pierdan “Amnistía”
también “apagones varios”
y, por fin, queda la frase
que a los pastores sacaron
la más larga en que, de acuerdo,
los chiquillos se mostraron:
“Españoles, escuchadme:
¿para eso me he molestado
en ganarles una guerra
y, después, en gobernaros?
¡Cuidado que os avisé!
nada, vosotros, ni caso.
Ahí tenéis las consecuencias.
Y, por mí, que os den por saco”
Yo, qué quieren que les diga,
ni de lejos me lo trago.
Cosa es de la ultraderecha
que no perdona el fracaso
de un mensaje que no cala
en este pueblo tan sano.
Dios los cría, ellos se juntan;
un Franco resucitado
hace falta ser ingenuo
por tal dislate tragarlo.
Que censurar al Gobierno
por más que lo esté bordando
es algo a lo que debemos
qué remedio, acostumbrarnos.
Pues ya podían buscar
algo un poco más sensato
una mentira creíble
no un bulo de tres al cuarto.
Al final, su veredicto
no tendrán más que acatarlo
pues que habrá de darlo el pueblo
hoy feliz ¡cómo no estarlo!
al saber que los mejores
mejor lo están gobernando.
Los votos derrotarán
a los que, por el engaño,
buscan confundir a ingenuos;
pues les gritarán “¡no hay caso!”
desde el fondo de las urnas,
que con su apoyo llenaron.
Y, por si eso fuera poco,
no parece muy cristiano
disfrazar a un dictador
con los ropajes de un Santo.
De modo que ¡viva Sánchez!
y que viva muchos años.
Donde estén los progresistas,
se quite Francisco Franco.
Creo, les dije al principio
que yo no creo en milagros;
pero esto, o lo arregla el cielo
o bien dijo “la cagamos”.