NOS TOMAN POR IMBÉCILES

Romance de la sorprendente aparición

Luis XIII… y medio

Niños pastores
Niños pastores. PD

Vaya claro y por delante

que yo no creo en milagros

por más que sea el rumor

cada vez más propagado.

Pues dicen, parece ser,

que en plena Tierra de Campos,

a la vera de una gruta,

entre retamas y cardos,

fuese que dos pastorcillos

que allí pasaban el rato

cuidaban, junto a dos perros,

de un medianejo rebaño,

vieron de pronto una luz

de brillo, casi un relámpago;

después, brotaba humareda

de la mitad de un peñasco;

rodeaba la figura

de contornos más que vagos,

un hombre, eso era seguro,

que les sonreía a ambos

con la mejor intención

de lograr tranquilizarlos

pues aquellos dos chiquillos

temblaban de puro espanto.

De todos es bien sabido

que es costumbre, en estos casos,

que el aparecido traiga,

por los cielos enviado,

un mensaje que prevenga

de algún desastre cercano.

También suele suceder

que elijan para escucharlo

a jóvenes, más bien simples,

cuando sería más práctico

aparecerse a personas

de criterio más formado;

pero, en fin, sabrán los cielos

de las cosas de aquí abajo

más que los simples mortales

aunque no las comprendamos.

Al punto, los dos pastores

cada vez más asombrados

inclinaron la cabeza;

sumisos y, arrodillados,

se aprestaron a escuchar

la voz del recién llegado.

No es difícil comprender

poco hechos a recados,

para ellos era el primero,

desde los cielos, llegado,

no tomaran buena nota

y a la memoria fiaron.

De modo que, al regresar,

tras el prodigio acabado

a voz en grito los dos

de la siesta despertaron

a toda la población

que, el primer susto, pasado

los acribilló a preguntas

que, encima, más los turbaron.

Donde uno decía “negro”

el otro, afirmaba “blanco”

cada vez, uno y el otro

más iban tartamudeando

pues, cada vez más nerviosos,

más se iban trabucando.

Debemos reconocer

por esta vez no han estado

los cielos, lo que se dice,

demasiado afortunados.

O tal vez, lo que buscaban

fuera, por así obligados

a intentar con mucho esfuerzo

dar con su significado,

mejor en nuestro caletre

quedara todo fijado.

Pues bien, sea como fuere,

de todos, se puso al mando

quien por oficio pudiera

de dudas poder sacarlos.

Así, empezara a aclararse

a través de Don Mariano,

que ese tenía por nombre

quien del pueblo era su párroco;

les echó dos bendiciones

tres padrenuestros y un salmo

hasta que a los dos chiquillos

lograra un tanto calmarlos.

Ni aún así se consiguió

por mucho que lo intentaron

que se pusieran de acuerdo

los confundidos muchachos

a la hora de relatar

no porque fuera olvidado

el mensaje, que los dos,

tenían muy bien grabado.

Finalmente, los más viejos

ciertas dudas disiparon;

la primera, conseguir

que fuera identificado

misterioso aparecido

que tan mal se había explicado.

El recuerdo que tenían

pues eran los más ancianos,

de los sellos y monedas

y de los No-Dos de antaño,

los llevó a la conclusión

sin duda, que por extraño

que pareciera el asunto

era el tal ¡Francisco Franco!

Ahora se entiende mejor

por qué los Telediarios

no nos dieron la noticia

pues que fueron obligados

a callarse como furcias

(y están más que acostumbrados)

Más todavía, si cabe,

porque si consideramos,

las muy escasas palabras

que, al final, claras quedaron,

intentaran, como fuera,

que jamás nos enteráramos.

Por fortuna, todavía

no todos somos esclavos

de su opresión que, creciente,

quiere en la ignorancia ahogarnos.

Quedan las redes sociales

y esas, bien que divulgaron

ajenas a la censura

el mensaje entrecortado

traído por el difunto

Caudillo, cuarenta años:

fueron “fiscal”, “santa esposa”

“Tribunal”, “bulos y fango”

seguía “totalitarios”

más estas  dos “la cagamos”;

no se pierdan “Amnistía”

también “apagones varios”

y, por fin,  queda la frase

que a los pastores sacaron

la más larga en que, de acuerdo,

los chiquillos se mostraron:

“Españoles, escuchadme:

¿para eso me he molestado

en ganarles una guerra

y, después, en gobernaros?

¡Cuidado que os avisé!

nada, vosotros, ni caso.

Ahí tenéis las consecuencias.

Y, por mí, que os den por saco”

Yo, qué quieren que les diga,

ni de lejos me lo trago.

Cosa es de la ultraderecha

que no perdona el fracaso

de un mensaje que no cala

en este pueblo tan sano.

Dios los cría, ellos se juntan;

un Franco resucitado

hace falta ser ingenuo

por tal dislate tragarlo.

Que censurar al Gobierno

por más que lo esté bordando

es algo a lo que debemos

qué remedio, acostumbrarnos.

Pues ya podían buscar

algo un poco más sensato

una mentira creíble

no un bulo de tres al cuarto.

Al final, su veredicto

no tendrán más que acatarlo

pues que habrá de darlo el pueblo

hoy feliz ¡cómo no estarlo!

al saber que los mejores

mejor lo están gobernando.

Los votos derrotarán

a los que, por el engaño,

buscan confundir a ingenuos;

pues les gritarán “¡no hay caso!”

desde el fondo de las urnas,

que con su apoyo llenaron.

Y, por si eso fuera poco,

no parece muy cristiano

disfrazar a un dictador

con los ropajes de un Santo.

De modo que ¡viva Sánchez!

y que viva muchos años.

Donde estén los progresistas,

se quite Francisco Franco.

Creo, les dije al principio

que yo no creo en milagros;

pero esto, o lo arregla el cielo

o bien dijo “la cagamos”.

 

Luis XIII… y medio

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