Adultescentes infantilizados, analfabetos funcionales, dependientes de sus papás y de papá estado…

¿Cuál es el futuro de la juventud española?

La juventud española: radiografía de una generación saqueada, domesticada y a la espera de no se sabe bien qué…

Juventud, adolescencia, vagancia
Juventud, adolescencia, vagancia. PD

El Informe Juventud en España 2024, elaborado por el INJUVE y acompañado por el exhaustivo estudio “Presente y futuro de la juventud española” de la Fundación BBVA, ofrecen una panorámica tan detallada como inquietante de la situación real de la juventud en España. Sin embargo, como denuncia Jesús G. Maestro, estos informes, lejos de ser un ejercicio de transparencia y autocrítica, funcionan como dispositivos de autolegitimación del sistema político y económico, ocultando bajo una retórica tecnocrática y eufemística la crudeza del presente y la gravedad del futuro que se cierne sobre los jóvenes españoles.

El vídeo “Lo que el Informe de la juventud en España no quiere ni ver ni contar sobre los milenaristas”, presentado por Jesús G. Maestro, constituye un análisis crítico y filosófico sobre el reciente informe acerca de la juventud en España, centrándose especialmente en la llamada generación milenial o “milenarista…

Demografía: la irrelevancia programada

España cuenta con 7.639.268 jóvenes de entre 15 y 29 años, lo que supone apenas el 15,89% de la población total. Este descenso demográfico, lejos de ser un simple dato estadístico, es la evidencia de un proceso de vaciamiento generacional y de una progresiva irrelevancia política y social de la juventud. La democracia representativa, que presume de pluralidad, ha convertido a los jóvenes en figurantes de un teatro donde los actores principales son los intereses de los adultos maduros y los ancianos. La voz juvenil se diluye entre el ruido institucional, y su capacidad de influencia es, en la práctica, nula. La política pública, lejos de corregir esta tendencia, la consolida: la juventud es gestionada, no escuchada.

Salud mental: epidemia silenciada y medicalización de la impotencia

El informe INJUVE reconoce un incremento del 590% en los problemas psicológicos entre jóvenes de 15 a 34 años en la última década. El 49,9% de las mujeres jóvenes y el 41,1% de los hombres presentan diagnósticos clínicos, y la ideación suicida afecta al 50,9% de las mujeres jóvenes y al 46,1% de los hombres, alcanzando el 60,4% entre quienes sufren carencias materiales severas. El número de suicidios consumados entre adolescentes de 15 a 19 años ascendió a 75 en 2022, en una tendencia al alza.

Sin embargo, tras la retórica de la “emergencia” y la “resiliencia”, se esconde una estrategia de medicalización del malestar: la ansiedad, la depresión y la ideación suicida no son ya síntomas de una estructura social enferma, sino patologías individuales a gestionar con psicofármacos y campañas de sensibilización. Se habla de “bienestar emocional” mientras se ignora la raíz: la precariedad vital, la ausencia de futuro, la soledad forzada y la falta de sentido colectivo. El sufrimiento juvenil es tratado como un fallo técnico, no como el grito de una generación a la que se le ha robado la esperanza.

Vivienda: el derecho negado y la falacia de la emancipación

El acceso a la vivienda es una de las principales preocupaciones juveniles. El informe subraya la necesidad de aplicar la Ley por el Derecho a la Vivienda, reservar un porcentaje significativo de vivienda pública para jóvenes y garantizar que el gasto en vivienda no supere el 30% de los ingresos. Pero la realidad es que la mayoría de los jóvenes ni siquiera puede soñar con emanciparse antes de los 30 años, y quienes lo logran lo hacen a costa de la precariedad, el endeudamiento o la dependencia familiar crónica. El alquiler ha subido un 78% en la última década, y la edad media de emancipación se ha retrasado hasta los 30,4 años (frente a los 26,4 de la media europea). Solo el 14,8% de los menores de 30 años vive fuera del hogar familiar, el peor dato desde 2006.

La vivienda, convertida en activo financiero y objeto de especulación, es el principal mecanismo de exclusión y disciplinamiento social. La “generación inquilina” es, en verdad, la generación desposeída, condenada a la intemperie económica y simbólica.

Empleo: precariedad estructural y el mito del “emprendimiento”

El empleo juvenil es escaso, inestable y mal remunerado. Los jóvenes españoles son el único grupo de edad que cobra menos hoy que hace 15 años. Mientras el salario medio en España ha subido un 18% desde 2008, el sueldo de los menores de 24 años permanece congelado en torno a los 1.102 euros mensuales. El mercado laboral ofrece contratos temporales, fijos discontinuos y empleos por debajo de la cualificación real (la tasa de sobrecualificación juvenil es la más alta de la UE, un 36%). El acceso a empleos estables y bien remunerados sigue siendo una asignatura pendiente.

El informe demanda la aprobación del Estatuto del Becario, la adecuación del SMI a la inflación y la eliminación de prácticas extracurriculares no remuneradas. Aunque la reforma laboral ha mejorado algunos indicadores, la temporalidad y la parcialidad siguen siendo elevadas entre los jóvenes. La sobrecualificación y el subempleo son fenómenos extendidos, y el desempleo juvenil duplica la media europea.

El discurso del “emprendimiento” funciona como coartada ideológica para desplazar la responsabilidad del fracaso del sistema sobre los propios jóvenes, convertidos en empresarios de sí mismos y culpables de su propia ruina si no logran triunfar en el mercado salvaje.

Enseñanza: meritocracia simulada y exclusión real

Aunque España ha mejorado mucho en acceso a la enseñanza, 23.400 jóvenes de entre 16 y 29 años siguen siendo analfabetos funcionales, incapaces de leer y escribir frases simples o de utilizar habilidades básicas de cálculo en la vida cotidiana. Pero el problema más extendido es el desajuste entre formación y empleo: miles de jóvenes con títulos universitarios o de FP ocupan puestos que no requieren su cualificación, mientras el tejido productivo no absorbe el talento ni ofrece oportunidades de progreso real.

Se propone la eliminación de las tasas de la PAU y el refuerzo del sistema público, pero el sistema d enseñanza sigue siendo un filtro de clase, un mecanismo de reproducción de las desigualdades. El acceso a la universidad y a la formación de calidad está condicionado por el origen social, y la promesa meritocrática es una ficción que oculta la perpetuación de los privilegios. La enseñanza pública, lejos de ser un ascensor social, es cada vez más un pasillo de espera hacia la precariedad y el desencanto.

Dependencia familiar y emocional: el modelo familista como trampa

España encabeza la Unión Europea en proximidad afectiva y dependencia familiar. El 56,6% de los jóvenes de entre 18 y 34 años se declara “extremadamente próximo” a sus padres (frente al 37,9% de la media europea), y el 70,6% interactúa con ellos a diario. Esta cercanía, que podría leerse como un valor positivo, es en realidad el síntoma de una incapacidad estructural para emanciparse: la familia actúa como único colchón de seguridad ante la precariedad laboral, la imposibilidad de acceder a una vivienda y la ausencia de políticas públicas eficaces. El resultado es una juventud que, lejos de conquistar su autonomía, prolonga la adolescencia hasta bien entrada la treintena, atrapada en una red de dependencia material y emocional que la hace más vulnerable y menos libre.

El informe BBVA confirma que la economía de los hogares jóvenes es frágil. Los ingresos son insuficientes para sostener proyectos de vida autónomos, y el acceso a la vivienda es el principal cuello de botella. El gasto en vivienda absorbe una parte desproporcionada de los ingresos juveniles. El riesgo de pobreza y exclusión social es elevado, especialmente entre quienes no pueden contar con el apoyo familiar. La movilidad social ascendente se ha frenado: los jóvenes españoles ya no pueden aspirar a vivir mejor que sus padres.

Participación: simulación de ciudadanía y anestesia política

El informe oficial celebra el aumento de la participación juvenil en huelgas y manifestaciones, pero omite que la acción política institucional sigue siendo marginal. La juventud desconfía de los partidos, los sindicatos y las instituciones: la política, percibida como coto cerrado de élites corruptas, es un territorio ajeno. El proyecto de conceder el voto a quienes tienen 16 años se anuncia como avance democrático, pero no altera la raíz del problema: la desconexión absoluta entre la juventud y el sistema de representación. La participación real es sustituida por la simulación de ciudadanía, el activismo digital y la protesta ritualizada, inofensiva para el orden establecido.

El informe BBVA recoge que, pese a todo, la satisfacción subjetiva de la juventud española no es la más baja de Europa, pero advierte que esta aparente resiliencia esconde una “adaptación a la baja” de las expectativas. El escepticismo hacia las instituciones, la política y la posibilidad de cambio real se ha instalado como actitud dominante. La participación cívica es selectiva y fragmentada, y la acción colectiva se ve limitada por la precariedad y la falta de horizontes claros.

Diversidad y discriminación: el multiculturalismo como coartada

El informe subraya la diversidad de orígenes y la pluralidad de identidades, pero la discriminación racial, étnica y por inclinaciones sexuales sigue siendo estructural. Los jóvenes racializados, LGTBIQ+ o con minusvalía sufren exclusión múltiple y violencia institucional. El multiculturalismo oficial funciona como coartada para evitar el conflicto real: la desigualdad material y el racismo sistémico. La retórica de la inclusión no se traduce en derechos efectivos ni en redistribución del poder. La diversidad es celebrada como espectáculo, pero negada en la práctica cotidiana.

Desigualdad y territorio: juventud periférica, juventud invisible

La desigualdad territorial se agrava con la transición demográfica y digital. Los jóvenes de zonas rurales, pequeñas ciudades o periferias urbanas son los grandes invisibles del relato oficial. La brecha digital, la falta de servicios y la despoblación condenan a miles de jóvenes al exilio interior o exterior. El informe reconoce la pluralidad de situaciones, pero no ofrece respuestas a la fragmentación y al abandono de la juventud periférica, que es tratada como residuo del progreso metropolitano.

Pensiones y futuro: la herencia envenenada

El sistema de pensiones, tal como está diseñado, no garantiza la perdurabilidad ni la equidad intergeneracional. La juventud actual, con carreras laborales fragmentadas y cotizaciones bajas, está condenada a recibir prestaciones muy inferiores a las de las generaciones precedentes. El informe BBVA advierte que las reformas recientes no han resuelto el problema de fondo y que la juventud será la gran perdedora si no se acometen cambios estructurales.

Políticas públicas: diagnóstico sin voluntad de transformación

El Consejo de la Juventud de España ha presentado más de 30 medidas, y el Ministerio de Juventud e Infancia reafirma su compromiso. Pero la política pública es, en el mejor de los casos, una gestión de daños, no una apuesta por la transformación. Las reformas se anuncian, pero rara vez se ponen en práctica con eficacia. La juventud es objeto de políticas asistenciales, no de derechos plenos. El Estado administra la precariedad, la cronifica y la convierte en paisaje natural. La corresponsabilidad institucional es un eufemismo para la renuncia a la justicia social.

Adultescentes y Estado-niñera: la infantilización política y social

El resultado de este proceso es una generación de adultescentes, jóvenes biológicamente adultos pero social y económicamente dependientes, atrapados en una adolescencia prolongada por la falta de alternativas. La familia y el Estado asumen el papel de proveedores de seguridad, pero a costa de la autonomía y la responsabilidad individual. El modelo familista, lejos de concederles poder a los jóvenes, los mantiene en una minoría de edad política y social, incapaces de ejercer plenamente su ciudadanía y de convertirse en sujetos de transformación colectiva.

¿Por qué la juventud no reacciona? ¿Qué puede desencadenar el conflicto?

Jesús G. Maestro advierte que la inofensividad de la juventud española es solo aparente y temporal. La acumulación de frustraciones, precariedad y falta de expectativas puede desembocar en respuestas sociales imprevisibles y potencialmente peligrosas. El informe oficial, al no reconocer ni abordar estas realidades de fondo, contribuye a perpetuar una narrativa complaciente que no resuelve los problemas estructurales de la juventud en España.

La historia enseña que la gente que sufre mucho se convierte, silenciosamente, en gente peligrosa. La juventud española, hoy domesticada y fragmentada, acumula un malestar que puede convertirse en fuerza disruptiva cuando la promesa de futuro se revele definitivamente como mentira. El informe oficial, en su afán de gestión y control, no quiere ver ni contar esta verdad decisiva: la democracia, tal como está diseñada, ha hecho posible a políticos que destruyen la libertad de los jóvenes, y la juventud, cuando despierte del letargo, no pedirá permiso para reclamar lo que le ha sido negado.

¿Qué alternativas existen? ¿Qué exige la realidad?

No todo es homogéneo ni irreversible: una parte de la juventud disfruta de buenas perspectivas laborales y personales, y existen oportunidades para quienes logran aprovecharlas. Sin embargo, la tendencia dominante es la de una juventud estancada, encapsulada y con un futuro incierto, donde el progreso individual y social ya no es la norma sino la excepción. El coste de este estancamiento no es solo personal: supone una pérdida de talento, dinamismo y cohesión social que lastrará a toda la sociedad española en las próximas décadas.

La respuesta no es sencilla, pero el diagnóstico es claro: no basta con parches ni discursos de resiliencia. Es necesario un cambio profundo en las políticas públicas, que incluya:

Garantizar el derecho real a la vivienda y la emancipación.

Reformar el mercado laboral para ofrecer empleos estables y dignos.

Transformar el actual sistema de enseñanza para que sea práctica y emancipadora.

Recuperar la confianza política mediante la transparencia, la participación efectiva y la justicia social.

Abordar la salud mental como un problema social, no solo clínico.

Solo así podrá la juventud española dejar de ser una generación atrapada y convertirse en sujeto activo de su propio destino.

Esta es la radiografía que no aparecerá en los informes oficiales: la de una generación saqueada, silenciada y, por ello mismo, potencialmente insumisa. El futuro, si no se transforma el presente, será la prolongación del estancamiento, la dependencia y la resignación. Y la historia, una vez más, demostrará que ninguna sociedad puede sobrevivir mucho tiempo negando el porvenir a sus jóvenes.

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