Me he despertado temprano, como siempre a las cinco de la mañana, pero hoy, noche de ánimas, por primera vez, mi nombre no recordaba.
Pero qué más daba, si, en esos momentos, frío como el hielo, iba camino de un mundo donde los nombres, ni valían, ni importaban.
Ya nada me atañía, ya nada me interesaba, tan solo disfrutar del placer que me producía no recordar nada, inmerso en celebrar el funeral por mi vieja memoria concluida, que lejos de hacerme sentir vacío, por primera vez en mi vida, mi espíritu, de sentido llenaba.

