“En su disculpa, podía haberme dado mil excusas diferentes, y todas ellas creíbles. Sin embargo la historia que me contó me pareció tan kafkianamente absurda e irreal, que decidí creerle”.
Y es que cuando alguien miente, racionaliza su mentira de modo que esta sea creíble. Porque ser mentiroso no implica ser tonto; aunque también los hay.
El otro día me preguntó un amigo, por qué era cristiano y no de otra religión. Le dije que, experiencias místicas aparte, (de las que habría para escribir varios libros), en primer lugar, era cristiano porque posiblemente el cristianismo sea la más absurda de todas las religiones, y por ello, la más creíble. Le aclaré que me estaba refiriendo al Evangelio, no a los infumables engrudos doctrinales de los entarimados doctores de la Iglesia.
En segundo lugar, le dije que era cristiano porque me daba la gana, y no porque ningún Estado teocrático me lo impusiera a la fuerza, mediante el terror o la amenaza.
En tercer lugar, por lo poco comercial, (humanamente hablando), de aquello que podríamos llamar el Génesis del Nuevo Testamento: “En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba ante Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba ante Dios en el principio. Por Ella se hizo todo, y nada llegó a ser sin Ella. Lo que fue hecho tenía vida en ella, y para los hombres la vida era luz. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron”. Juan, 1: 1-5.
Un texto precioso, pero, al tiempo, complicado y de difícil asimilación, que escapa a la comprensión racional y que durante casi dos mil años, nadie ha sabido explicar racionalmente; o por lo menos, si alguien lo ha hecho, yo no lo he leído.
En cuarto lugar, porque el cristianismo predica el amor al prójimo, y el desprendimiento de las riquezas materiales; dar de comer al hambriento, de beber al sediento, vestir al desnudo, visitar al enfermo… y, el perdón, y el amor, a nuestros enemigos. Toda una doctrina anti natural al ser humano, a pesar que de un tiempo a esta parte ha sido copiada por todo un aluvión de ONGs laicistas, cuyo denominador común ha sido el apropiarse, ´de boquilla´, de un ideario ajeno, prescindiendo del nombre de su autor: Jesucristo.
Así pues, soy cristiano porque la filosofía cristiana no responde a una lógica humana, ni lo pretende. El cristianismo confiesa sin pudor su origen divino, y yo creo que lo tiene, ya que a ningún ser humano se le hubiese ocurrido inventar una filosofía tan incomprensible como poco atractiva, y que sin embargo funciona, y no ha parado de crecer desde hace dos mil años.
Tal vez sea por ese éxito de la Palabra de Jesucristo, que muchos mercaderes se han animado, de un tiempo a esta parte, a montar como negocio, sus propias ONGs; simplemente copiando al cristianismo, pero sin el cristianismo; algo parecido a las mentirosas hamburguesas veganas. Religiones artificiales a la carta.
Existen un montón de razones más, que explican por qué soy cristiano; hoy tan solo he expuesto una.
NOTA: Si nos molestamos en estudiar la Historia de las Religiones, veremos que prácticamente todas están construidas en base a la lógica terrenal, como fórmula que dé respuesta a todo aquello que escapa a nuestra comprensión. Porque para que las religiones funcionen y ganen adeptos, hace falta que sus mandatos sintonicen con la naturaleza humana, y no olvidemos que lo natural en el hombre no es precisamente la bondad, el pacifismo, la austeridad, la humildad, la generosidad, el sacrificio gratuito por los demás, y el amor al enemigo.
ADVERTENCIA: En lo de ´poner la otra mejilla´, necesito mejorar bastante.

