Nada tengo contra Juan Carlos I, salvo un juicio negativo sobre su reinado, que expreso en esta denominación, el “demérito”.
Todo su reinado ha sido un “borboneo” constante, dando una de cal y dos de arena, pasando de todo, salvo de sus putas y de las comisiones o mordidas por apoyar la expansión internacional de empresas españolas en el extranjero.
O del cobro de un porcentaje por la compra de crudo para España, que no tenía justificación legal alguna, por la que creo no se tributaba nada, y que, a Dios gracias, fue cortada por Aznar, lo que generó una profunda enemistad hacia él.
Durante todo su reinado procuró llevarse bien, primero con Suárez, un auténtico traidor, una especie de Sánchez, y luego se entregó plácidamente a vivir la vida, dejando a Felipe González que hiciera lo que le dio la gana, incluido el GAL, y otros asuntos turbios que entran de lleno en la criminalidad más abyecta.
Por no hablar de la expropiación de Rumasa, a la que no hay constancia de que se opusiera, y que supuso una gran violación de la Constitución del 78, y un auténtico latrocinio.
Paradójicamente, procuró llevarse bien con las izquierdas, socialistas y comunistas, convencido de que el apoyo de las derechas ya venía ínsito con el cargo.
Y siendo malo, un desastre total, su reinado, fue mejor que el de Felipe VI, un hombre sin carácter ni personalidad, un auténtico Boabdil el Chico, al que le va a pasar lo mismo cuando pierda el Trono: “Llora como un niño lo que no has sabido defender como un hombre”.
No voy a hablar de su desgraciado y absurdo matrimonio, con una mujer con mucho pasado, y no demasiado brillante… Dos veces abortista, o tres, según el libro de su primo, nunca desmentido, progre, de ideas republicanas, divorciada, en fin, un dechado de “virtudes”.
Una mujer que piensa que puede existir una república coronada, o una unión de pequeños estados de juguete –Cataluña, el País Vasco…, etc.-, que aceptarán un Rey decorativo, un jarrón chino al que mantener, y que en la práctica no presta servicio alguno, como no sea pompa y protocolo, y ni siquiera en eso destaca.
Tener un Rey como supuesto Jefe del Estado, pero solo supuesto, una figura meramente decorativa, a la que hay que mantener como tal, junto con una familia numerosa, de alrededor de medio centenar de personas, que se lucran del cargo y del apellido, es totalmente absurdo, y más en pleno siglo XXI.
El artículo 56 de la Constitución, con los poderes arbitrales y moderadores del Rey de España, ha sido sistemáticamente ignorado, tanto por Juan Carlos I como por Felipe VI.
Me sorprende mucho que Juan Carlos I pida el apoyo para su hijo, cuando está claro que es indigno de él…
Está siendo utilizado como tapadera del régimen comunista sanchista, que rápidamente, y bajo la mesa, está derogando, de facto, la Constitución española del 78, reduciendo a mínimos nuestras libertades, y robando una gran parte del dinero público, con bastante impunidad.
¡Y menos mal que tenemos a la UCO de la Guardia Civil y al Tribunal Supremo!
Y sin tan claro tienen que gozan del apoyo popular, que convoquen un referéndum nacional para ver qué forma de gobierno queremos los españoles, monarquía o república.
Seguro que se llevarían, y se llevarán, una sorpresa, cuando esto suceda, que presiento será pronto.
Sic transit gloria mundi, o dicho en román paladino., ¡A hacer puñetas!
