Alberto Oliart, tantas y tan diversas veces ex, resulta un nombre idóneo

RTVE y el pacto en las alturas de ZP y Rajoy

Edad suficiente para desechar el temor de la competencia política, tibia trayectoria ideológica y condición funcionarial

La fragmentación de poder en la cúpula de un medio informativo es algo que puede tranquilizar por igual a los nombres máximos del PSOE y del PP

Zapatero y Rajoy, mano a mano, han negociado la sustitución de Luis Fernández como presidente de RTVE. En una imagocracia asentada, como la nuestra, no podría ser de otro modo.

El Tribunal Constitucional puede aplazar sine díe el relevo de sus magistrados pasados de fecha y hasta la crisis y el paro pueden esperar; pero la televisión, el alimento espiritual de la ciudadanía, es el asunto máximo para quien quiere conservar el poder y, por lo mismo, para quien aspira a ocupar su sillón.

Como era presumible, aunque nos haya faltado agudeza para presumirlo, de tal pacto tendría que surgir un nombre con las siguientes características básicas: edad suficiente para desechar el temor de la competencia política, tibia trayectoria ideológica, condición funcionarial predispuesta a servir a quien, sea el que fuere, ocupe el Ejecutivo, formación jurídica, experiencia gestora y, sobre todo, encontrarse au dessus de la mêlée.

Afirma Manuel Martín Ferrand en ABC -«Pacto en las alturas«- que sobre tales puntos de partida, Alberto Oliart, tantas y tan diversas veces ex, resulta un nombre idóneo.

La edad del presidente consensuado, ochenta y un años, permite suponer una presidencia senior, supervisora, a la que acompañará algún director general ejecutivo.

Esa fragmentación de poder en la cúpula de un medio informativo es algo que puede tranquilizar por igual a los nombres máximos del PSOE y del PP.

Los vínculos académicos y biográficos de Oliart le convierten en asumible para los catalanes y su condición de redactor del Estatuto de Guernica es suficiente para los vascos.

Todas las piezas componen un inmejorable puzle teórico que ojalá sea trasladable a una compleja realidad empresarial, profesional, sindical y política.

Fernández, al dimitir, deja una RTVE notablemente mejor, más cabal, equilibrada y menos sesgada que la que recibió.

Aún así no se va contento. El Gobierno, que en materia de comunicación no acredita muchas luces, le convocó para una tarea y, de repente, le cambiaron las metas y los supuestos y, como quien lanza una moneda al aire, convirtió una televisión pública y comercial en otra de más difícil clasificación y, en el cuadro audiovisual vigente, de más incierto futuro.

El mutis de la dignidad no es frecuente en el escenario público y el dimisionario merece aplausos.

El presidente sobrevenido sale del túnel del tiempo y lo que sus mentores esperan de él es un ten con ten entre la nada y la apariencia. Puede bordarlo.

 

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