Dejó en su lengua la tradición de la Libertad

La sombra de Delibes es alargada

Delibes era un humanista a la usanza clásica que reivindicó la verdadera, la desconocida y denostada Castilla

La sombra de Delibes es alargada
Miguel Delibes.

Delibes hubiera merecido el Nobel, aunque quizás el Nobel no merecía a Delibes

No me refiero a lo que los antiguos clásicos llamaban sombra, el cuerpo astral de hindúes y teósofos, que ya estará en los Campos Elíseos, paseando junto con el de otras almas grandes, hablando de Arte, de Cultura y de Humanidades.

Acaso también recechando a una veloz y suculenta patirroja, palabra escondida en la espesura de los riberos de la memoria verbal de Castilla, ese islote de hombres libres en la Europa feudal. Que aprendió a ser libre con su lengua. Y dejó en su lengua el testimonio de la experiencia y la tradición de la Libertad.

Cuando aludo a su sombra quiero rendir homenaje a influencia de Delibes en la formación humanística, literaria, de los sentimientos más nobles del ser humano, de toda una generación de españoles. Influencia larga, notable, seña de identidad de un paisaje con alma, elevada como la de un ciprés.

Delibes era un humanista a la usanza clásica que reivindicó la verdadera, la desconocida y denostada Castilla, la de los Nuño Rasura y Calvo Laín, la del sentido innato de La Justicia y de la Libertad puesto al servicio del Bien común y en particular el de los más humildes.

Delibes hubiera merecido el Nobel, aunque quizás el Nobel no merecía a Delibes.

Con Delibes desaparece una memoria viva de la tradición rural. Una memoria histórica recogida y trasmitida por muchas generaciones, un saber popular sobre las cosas de la naturaleza, la agricultura, la ganadería, la humilde economía agraria de la supervivencia de aquellos que como el Señor Cayo cuyo voto se disputaban gentes que nunca merecerían representarlo, viven, pasan y mueren casi sin ser notados.

Los humildes y verdaderos intérpretes y protagonistas de una forma de vida y economía verdaderamente sostenibles. En sus propias palabras, de «un mundo que agoniza». Y con esa forma de vida, ya casi definitivamente arrumbada, un tesoro de palabras. Palabras que, como la Vida de nuestro gran escritor, se han de perder para siempre.

Junto con nuestra gratitud y admiración, descanse en paz el escritor, el periodista, el humanista, el cazador.

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