No nos encontramos ante un problema español

Un tupido velo

Najwa Malha, la adolescente musulmana que debe decidir si se quita el velo en clase o cambia de instituto

Un tupido velo
Najwa Malha, alumna del instituto Camilo José Cela, de Pozuelo. EFE

La situación de Najwa Malha, la adolescente musulmana que debe decidir si se quita el velo en clase o cambia de instituto, ha vuelto a poner sobre la mesa el debate sobre el uso de este complemento en el ámbito escolar y, por extensión, sobre la presencia de símbolos con carga religiosa en los espacios públicos en un estado aconfesional.

Es un asunto que plantea muchas dudas y pocas certezas, pero las que tenemos nos pueden ayudar a profundizar con calma en el debate.

La primera es que en los últimos años se cuentan con los dedos de una mano casos semejantes al suscitado en torno a Najwa: no estamos ante una guerra de los velos que algunos pretenden plantear.

La segunda es que no nos encontramos ante un problema español: otros países lo han afrontado antes. Y la tercera es que las soluciones arbitradas cubren todo el arco de posibilidades, desde la permisividad a la prohibición absoluta, pasando por el estudio caso por caso.

Esta última es la solución adoptada en el Reino Unido. También aquí en España, pero no porque nos parezca óptima sino porque no hemos buscado un mejor criterio.

En eso deberíamos estar trabajando ya, para encontrar una solución que preserve la fe particular salvaguardando la laicidad del Estado, que respete la libertad individual protegiendo a la vez normas razonables de convivencia en las aulas.

Y que sirva tanto para el velo de la alumna como para la toca de la profesora monja. No es sencillo. Cada vía que se explore estará preñada de virtudes e inconvenientes, pero hay que decidir qué camino tomar; porque el peor de los caminos es que en cada caso se abra un debate que no se cierre jamás.

Cuando los políticos dicen que no hay que legislar en caliente están cargados de razón. Por eso ahora, cuando la polémica apenas ha alcanzado grado de tibieza, es el momento de descorrer este tupido velo.

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