Tres experiencias humanas, tres lecciones, contadas con la maestría que da la sencillez y la sinceridad de testimoniar lo vivido
Es el título de un acto memorable, verdaderamente conmovedor, que acaba de celebrarse en la ciudad de La Coruña que ha puesto a los que han tenido la suerte de vivirlo en contacto íntimo con el universo de los valores, con lo sagrado, con la metafísica íntimamente presente en lo mejor de la condición humana y de las bases no tangibles de la civilización. Toda una gran lección de educación para la ciudadanía entendida en su más noble sentido, no ya tanto el político jurídico formal, sino el que tiene que ver con la educación de los valores que permiten que el hombre pueda vivir y progresar en sociedad.
Tres experiencias humanas, tres lecciones, contadas con la maestría que da la sencillez y la sinceridad de testimoniar lo vivido. No sólo la emocionante y magistral transmisión de unos contenidos sino la recreación de una experiencia que permite al asistente, participar, conmoverse. No sólo entender sino reaccionar, mover el alma para ilustrar la conducta dentro de ese universo de valores metafísicos. Al cabo, el progreso significa, más allá del simple bienestar material, la realización humana, social e histórica de esos valores.
Con un teatro Colón lleno a rebosar con gran número de jóvenes y adolescentes, Pablo Pineda, Pedro García Aguado y Nando Parrado contaron sus experiencias vitales marcadas por la lucha contra la adversidad incluso contra toda esperanza.
Pablo es el primer europeo con síndrome de Down que ha obtenido un título universitario. Y trabaja como licenciado en Psicopedagogía en la preparación de discapacitados. Su experiencia es toda una reivindicación de la igualdad de oportunidades y el reconocimiento de la diferencia. Su peripecia humana toda una muestra de lo que es posible hacer.
Pedro ha sido campeón olímpico de waterpolo. Un gran deportista hasta que cayó en el pozo de la drogadicción y el vivir sin límites. Su tesón y valentía para salir de ese horror le hicieron remontar el abismo con la ayuda de su familia y seres queridos. Se hizo terapeuta para tratar de ayudar a otros jóvenes.
Resulta casi sorprendente, desmintiendo el supuesto pasotismo de la juventud el grado de interés con el que fue seguida su intervención así como el número y valentía de las preguntas realizadas sobre este tema tan terrible.
Nando Parrado logró sobrevivir al trágico accidente de aviación ocurrido en los Andes hace treinta y siete años, cuando el contaba dieciocho y formaba parte de un equipo de rugby de Montevideo que se había desplazado a Chile para jugar un partido.
Contra toda probabilidad estadística, contra toda esperanza moral, luchó hasta el final y consiguió sobrevivir junto con otras catorce personas.
Su narración de los setenta y dos días en el corazón helado de un glaciar, su viaje imposible a través de altas cotas andinas para intentar lograr ayuda resultó sobrecogedora tanto por la entidad de la tremenda experiencia contada cuanto por la magistral y conmovedora sencillez con la que fue expresada.
Pero, al cabo, si importante fue su imposible ejercicio de voluntad para hacer frente a la adversidad más extrema, lo más notable es su enseñanza de vida. El no doblegarse nunca y el disfrutar de las maravillas de la vida. Ese don tan preciado que a veces pasa con indolencia e inconsciencia entre nuestras manos.
Cuando abandonaba el salón entre un público entusiasmado y conmovido me venía a la memoria alguno de los hitos menos patentes de la civilización. La conquista del propio ser. El desenvolvimiento de la conciencia y la voluntad, que junto al amor constituyen los pilares de la vida humana.Cuentan que a tales fines se dedicaban los antiguos Misterios egipcios y griegos y el teatro clásico.
Psicodramas al servicio del desenvolvimiento espiritual, afectivo e intelectual del hombre. Y luego, los filósofos de la voluntad, bien representados por los cabalistas españoles, como Ibn Gabirol y su famosa Fuente de la Vida. Antecedentes además de Kant y de Schopenhauer cuyo Mundo como voluntad y representación, de los esfuerzos por ser, de algún modo se ha rememorado en el testimonio coruñés.
Todo un bálsamo para los que dentro de esta sociedad tan desguarnecida y a veces desnortada pensamos que debemos recuperar el camino y la palabra perdidos.
Mi enhorabuena y gratitud también a las organizadoras y colaboradores de este verdadero acto educativo, Felipa, María, Carolina, Virginia, Pilar, Chus, Consuelo, Cristina, Jesús, los Pablos… y a todos los que han respaldado esta iniciativa para hacerla posible y por ayudarnos a recordar y tener en cuenta lo que de verdad importa.
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